ALIARSE CON EL MISTERIO

PARA VIVIR EN PLENITUD

 

 

 

·         Cuando el yo sufre, necesita sentirse acompañado: por otra persona, por el propio “adulto”, por “Dios” o el Misterio…

 

·         El yo no puede ver al Misterio sino como un “Tú”. Y dirigirse a Él en clave relacional, expresando todo lo que sienta necesario. Y dedicando a ello todo el tiempo que necesite.

 

·         Y le “pide ayuda” para vivir constructivamente esa situación difícil o dolorosa.

 

·         Al sintonizar con el Misterio, la persona entra en la verdad de Lo que es: empieza a situarse en la órbita adecuada, que le permitirá afrontar lo que ocurre y, desde ahí, hallar una salida de crecimiento y trascendencia.

 

·         Será capaz de aceptar lo que le está ocurriendo, por duro que le resulte, porque lo recibirá como viniendo de Él y, por tanto, cargado de sentido y de esperanza…, aunque de momento no entienda nada.

 

·         Será capaz, incluso, de agradecerlo, porque si viene del Misterio no puede ser sino Gracia.

 

·         Y todo ello lo hará, además, desde el Amor: dejándose sentir el amor hacia el Misterio de lo que es, y sintiéndose amado por él. El Amor se transmutará también en Sentido, aun en medio de lo aparentemente absurdo.

 

·         Poniendo cada vez más toda su atención en el amor al Misterio, permanecerá anclado en el presente, evitando cavilaciones y pensamientos obsesivos en torno a la situación generadora de dolor.

 

·         No se trata de imaginar al Misterio, ni siquiera de querer “personalizarlo”, sabiendo que es más que lo que nosotros llamamos “persona”.

 

·         Y, poco a poco, lo iremos percibiendo como nuestro Núcleo más profundo, del que nunca hemos estado ni podremos estar separados. Y vendremos a descubrir que Lo que somos acoge y ama lo que tenemos o lo que nos pasa.

 

·         Lo que todo ello requiere es atención plena. Porque no se trata solo de “saber” algo o de entenderlo mentalmente, para que se haga realidad en nosotros. Es la atención plena al momento presente, que nos hace “tomar distancia” del yo y nos sitúa en el Testigo, la que hace posible la vivencia de la plenitud.

 

·         De un modo concreto: vive la respiración consciente siempre que puedas, del modo más plenamente atento, reconócete en ella y no te identifiques con ningún objeto físico, situacional, mental o emocional que aparezca en tu vida.