Semana 22 de mayo: PRÓLOGO AL LIBRO DE VICENTE SIMÓN

VICENTE SIMÓN, CubiertaVICENTE SIMÓN, Para cuando sufras. Versos, mindfulness y sabiduría, Sirena de los Vientos, Madrid 2016.

PRÓLOGO

Consciente o no de ello, parece innegable que el ser humano va buscando sabiduría, aquel saber sabroso –la sabiduría nace del saboreo de lo experimentado- que se traduce en comprensión y que es fuente de libertad interior, de plenitud y de felicidad.

Hay un dinamismo en todos nosotros que nos impele a esa búsqueda. Por más que en ocasiones tratemos de adormecerlo o incluso negarlo, por más que en otras intentemos compensarlo y reducirlo a la mera erudición, por más incluso que queramos perdernos en distracciones, el impulso permanece. Y no es difícil, si se mira con limpieza, percibirlo como expresión de la Verdad que busca abrirse camino.

En su camino, la Verdad irá deshaciendo una a una todas nuestras creencias –los pequeños “mapas” que nuestra mente había construido-, hasta dejarnos desnudos y, por ello mismo, capaces de acogerla; hasta poder rendirnos y, en la misma entrega a lo que es, descubrir el secreto último que la existencia encierra, y que tan magníficamente supo expresar aquel gran poeta que fue Jorge Guillén: “Solo ser. Nada más. Y basta. Es la absoluta dicha”.

La palabra sencilla y sabia –profunda por humilde- de Vicente Simón nos introduce amablemente en esa misma sabiduría. Psiquiatra, catedrático de psicobiología y pionero impulsor de los programas del “mindfulness” en España, Vicente –autor de libros valiosos en ese tema- nos regala ahora esta colección de poemas, en los que aparece, sin pretenderlo, el secreto que ha inspirado y sigue inspirando toda su trayectoria profesional. Se nos muestra el hombre que ha buscado, luchado y experimentado. Y eso es lo que ahora comparte y nos regala: unos textos que derrochan sabiduría –aquel saber sabroso-, que es luz y es humildad. Por lo que, a medida que el lector se va dejando tomar por ellos, se descubre a sí mismo asintiendo a lo que lee, hasta terminar exclamando con el autor: “¡Es todo tan sencillo…!”.

Este es el don de Vicente: hablar con la sencillez y la humildad de quien se ha desnudado ante la Verdad y de quien ha visto (y comprendido) que, en rigor y más allá del juego de las apariencias, realmente todo es muy sencillo. Esto convierte a sus poemas en “recordatorios” para conectar con nuestra propia verdad ya que, como él mismo dice en uno de ellos, a los humanos nos resulta demasiado fácil olvidarnos de lo que somos.

En realidad, cada poema viene a recordarnos siempre la misma verdad: como han afirmado los sabios –desde Jesús de Nazaret hasta Nisargadatta o Ramana Maharshi-, nuestra verdadera identidad es “YO SOY”: ignorarlo es esclavitud (al ego) y sufrimiento; comprenderlo es liberación y gozo.

Pues bien, como decía, Vicente tiene el don de facilitarnos el acceso a esa comprensión de un modo sencillo y cordial: de ahí que resulte fácil reconocerse en sus textos y adentrarse en la sabiduría que proponen. La clave es simple: poner atención; atender y entregarse a lo que es. Como un estribillo, esta consigna vuelve una y otra vez a lo largo de todos los poemas.

Es la atención, no el pensamiento, la que nos permite comprender. Y cuando comprendes –nos recordará Vicente- te rindes, y cuando te rindes comprendes. Y amas. El poeta sabe que la vida no es un sustantivo –algo cerrado y estático-, sino un verbo, o mejor aún, un gerundio. La vida es siempre un viviendo, un siendo en cada instante. Pero eso únicamente puede verse desde la atención: es esta la que nos hace descubrir que, más allá del juego del espacio y del tiempo creados por la mente, somos eternidad, es decir, pura Presencia. La atención nos hace caer en la cuenta de algo elemental que, sin embargo, nos pasa desapercibido: “si te das cuenta, / es que eres”. Con lo que volvemos al principio de la sabiduría: la única certeza es la certeza de ser, el “YO SOY”.

Por ello, esta hermosa colección de poemas constituye una ferviente llamada a la realidad y, por tanto, a la verdad. Desnudando las creencias con que se maneja el ego o la mente (“Esto no debería ser así, aquello debería ser de otro modo…”), la verdad nos muestra que somos uno con el Fondo de todo lo real. Y que la Realidad una, por más que habitualmente la pensemos como “externa” a nosotros, constituye nuestra propia esencia.

Los poemas nos vienen a recordar que esa comprensión se traduce necesariamente en un dejarse fluir marcado por la compasión y la ternura.

El secreto –es necesario decirlo una vez más- radica en el “darse cuenta”, que no es sino otra forma de nombrar la consciencia, la atención o, como dirá el autor, el “saber mirar”… La consciencia (atención), como también se nos recordará, nos hace salir del tiempo y anclarnos en la eternidad; diluye las ideas sobre lo real porque permite la manifestación de la Realidad misma; libera del apego a (identificación con) los pensamientos y de ese modo posibilita la libertad interior y la felicidad. En resumen, nos saca del engaño dualista y nos abre el pasaje a la no-dualidad. Y es que, como dijera el poeta y místico Rumi, “el peregrinaje al lugar de los sabios consiste en encontrar cómo escapar de la llama de la separación”.

Al terminar la lectura, no ya de la colección, sino de cada uno de los poemas de Vicente, me queda un profundo sentimiento de gratitud. Agradezco ser conducido, de modo tan sencillo, a renovar la experiencia de nuestra verdadera identidad, a ejercitarme en vivir desde la sabiduría-comprensión que lleva a amar todo lo que es, todo lo que aparece, hasta “ver la pureza en todo” y estallar con el autor en su mismo grito de gozo y plenitud: “¡Qué feliz soy…, cuando solo soy!”.

La mente no puede comprender ni nombrar la no-dualidad. Sin embargo, poemas como estos son bienvenidos porque ayudan a tomar distancia de ella, salir de su modo de ver, acallarla y, así, trascenderla, facilitando el des-velamiento (aletheia) de lo Real no-dual. Es la meta a la que apunta la sabiduría que, seamos o no conscientes de ella, internamente nos mueve.

Los poemas de Vicente –y este es seguramente su mayor mérito- constituyen una valiosa “puerta de entrada” para quienes buscan sabiduría: iniciar el “peregrinaje al lugar de los sabios” (Rumi), saboreando la verdad y la belleza de la no-dualidad.

Enrique Martínez Lozano