«Sabiduría para despertar». RECENSIÓN (Javier MELLONI)

Javier MELLONI, Recensión del libro de ENRIQUE MARTÍNEZ LOZANO, Sabiduría para despertar. Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos,
Desclée de Brouwer, Bilbao 2011,
en Actualidad Bibliográfica 97 (2012) 42-44.
Estamos ante un nuevo libro de este autor fecundo que, en los últimos años, además de sus aportaciones en el campo de la psicología transpersonal y de la meditación, está haciendo una importante contribución a la comprensión de la fe al proponerse presentar la dimensión no-dual del cristianismo. Después de libros más generales como: ¿Qué Dios y qué salvación? Claves para entender el cambio religioso (2008) y La botella en el océano. De la intolerancia religiosa a la liberación espiritual (2009), y otro más específico sobre Jesús: Recuperar a Jesús. Una mirada transpersonal (2010), Martínez Lozano ofrece en esta obra una interpretación integral del evangelio de Marcos en clave no-dual. Se trata de un esfuerzo encomiable y muy logrado. Pasaje por pasaje va desentrañando las claves de este evangelio. El autor combina un buen aparato exegético, así como un conocimiento del contexto histórico, cultural y religioso con una agudeza y finura de análisis de las palabras y actitudes de Jesús.
El libro está prologado por la filósofa de la no-dualidad Mónica Cavallé, la cual se centra en la necesidad de pasar de una lectura mítico-histórica del personaje de Jesús a una lectura místico-existencial. El “Yo Soy” expresado por Jesús es la revelación del Yo soy de cada uno. Cita al Maestro Eckhart: “Todo lo que la Sagrada Escritura dice de Cristo, se verifica completamente en todo hombre bueno y divino” (p.19). Pues bien, esto es lo que Enrique MARTÍNEZ LOZANO se propone hacer a lo largo de su obra: mostrar, desde el paradigma de la no-dualidad, esta comprensión de Jesús. El libro está distribuido en dieciséis capítulos, que se corresponden con los mismos capítulos del evangelio de Marcos. El autor intercala un tipo de comentarios que llama aportaciones transversales, que suman un total de treinta y cinco. Estas cuñas explicativas son aclaraciones o disgresiones psicológicas, históricas o sobre el paradigma de la no-dualidad que salen del marco del evangelio pero que surgen a propósito de él. Martínez Lozano se detiene también en los símbolos que aparecen, como la imagen de la boda (pp.93-95), las dos multiplicaciones de los panes (p.180 y 208) o el pasaje de la tempestad calmada (pp.134-143). Resulta también particularmente original y sugerente la interpretación que hace del pasaje de la mujer encorvada que da su limosna en el templo (Mc 12,41-44). Lo considera un símbolo polivalente, porque se puede leer, por lo menos, bajo tres claves: como representante del pueblo fiel y humilde, en contraste con los dirigentes y maestros que se mueven por ambición; como víctima que actúa de buena fe pero de modo equivocado; como víctima culpable por someterse por temor a un sistema injusto (pp.326-327).
Todo ello es muestra de la interpretación que ofrece esta lectura, mediante una aproximación pluridisciplinar en clave transpersonal que dan a esta obra un valor muy peculiar. A continuación voy a centrarme en tres temas fundamentales que considero los más relevantes de esta aportación.

1. El Reino de Dios. Esta expresión de Jesús es fundamental en su predicación y en su experiencia personal. El autor se detiene repetidamente en su reinterpretación. Aparece explícitamente como una de las primeras aportaciones transversales (pp.47-52). Después de constatar que el Reino de Dios no es una expresión que hoy culturalmente nos sea significativa, la sitúa históricamente en su contexto y da las nuevas claves: “El Dios que es Presente –eso significa la eternidad- se nos manifiesta en cuanto nosotros mismos venimos al presente. Jesús lo vio y lo anunció” (p.50). El Reino de Dios se convierte pues en un estado de plenitud y transparencia de conciencia que hace posible “la fraternidad universal a partir de los más pobres, lo cual se hace posible gracias a la experiencia de la común paternidad/maternidad divina” (p.49). Este estado de presencia en el presente que cambia el modo de mirar y de estar ante la realidad es lo que Jesús expresaba como la llegada del Reino de Dios.

2. El Reino como plenitud de la historia está en relación con el “yo soy” de la plenitud de Jesús y también vinculado a la expresión de Hijo del Hombre y a la conciencia mesiánica de Jesús. La condena final de Jesús por parte del sanedrín por considerarse el Mesías e Hijo de Dios (Mc 14,60-65) despierta en el autor este comentario: “La respuesta de Jesús es considerada `blasfemia’. Para quien se haya encerrado en la identidad egoica y en un modelo mental de cognición donde todo está claramente separado y diferenciado, hablar de un “Yo soy” universal y compartido con Dios mismo, no puede sino ser considerado blasfemo” (p.361). Y añade: “En realidad, sólo es eso: un cambio de perspectiva o, más exactamente, un cambio en el modelo de cognición. Para el modelo mental o dual, Dios es un ser separado que habrá de “salvar” a nuestros yoes también separados” (p.361). Sólo es eso, pero eso tiene unas consecuencias muy importantes para la cristología y también para la antropología. Tal es el cambio de mentalidad que se está produciendo entre bastantes cristianos y que hace que sean considerar heterodoxos por parte de los que se sitúan desde el paradigma tradicional. Ahora bien, el “Yo soy” de Jesús que es compartido por todos los seres humanos no permite caer en ninguna banalidad. El autor aclarara reiterativamente que la perspectiva transpersonal no es ingenua respecto a los niveles del yo. En la Aportación transversal 17 (pp.184-185) Martínez Lozano clarifica los tres niveles del yo: el universal, el particular y el superficial. Está claro que el “Yo Soy” pronunciado por Jesús no es el superficial “yo soy” que se afirma en los estadios egoicos. Hay un tránsito entre la conciencia del yo corporal a las diferentes etapas del yo mental –mágico, mítico y racional- hasta llegar al no-yo transpersonal, que primero se manifiesta como Consciencia Testigo y luego como conciencia No-dual. La persona ya no se percibe a partir de la propia identidad de un yo particular, sino que se vive en un “Yo Soy” o “Yo universal”, en una identidad compartida con todo lo que es. Tal fue la conciencia alcanzada por Jesús, que se expresa en lenguaje mítico como Mesías o como Hijo del Hombre o Hijo de Dios.
 
3. A lo largo del libro, el autor hace unas atinadas reflexiones en torno al papel del mito en el proceso de fe. A propósito de la aparición de Jesús en el lago, aclara que tener fe es distinto que tener creencias (p.142). Martínez Lozano se mueve en una concepción progresiva de la conciencia religiosa, tomada sobre todo del filósofo transpersonal Ken Wilber. Considera el mito como una forma de cognición que no debe despreciarse sino que requiere de nosotros sabiduría y humildad (cf. p.378-9). Pero a la vez, hay que superar esta etapa, la cual consiste en pasar de una creencia en un Dios separado a la del Dios interior. A propósito del apéndice tardío del final del Evangelio (Mc 16.6-20), aclara que la ascensión es una metáfora mítico-espacial para referirse a esa interiorización de la experiencia de Cristo resucitado. Desde esta clave transpersonal, “Jesús es para nosotros, quien desvela lo que somos, precisamente porque lo vive” (p.382). En definitiva, el Evangelio es una llamada a despertar. El libro concluye con un anexo (pp.387-399), casi a modo de un largo poema, donde Martínez Lozano expresa lo que es para él la mirada transpersonal: “No nace de la mente sino de la Conciencia (…). Únicamente es posible en el silenciamiento, en la insondable profundidad del aquí y del ahora, en la Belleza inigualable del momento Presente cuando, acallada la mente, emerge y se desvela la Plenitud que siempre Es” (p.305). Esta plenitud es la que vivó Jesús de Nazaret y nos reveló para que también nosotros la vivamos. Tal es el mensaje que atraviesa las páginas de este libro que recomendamos a los que buscan nuevas claves de acceso a Jesús y a la fe cristiana.