Semana 16 de mayo: EL UNIVERSO PODRÍA SER CONSCIENTE // Eduardo Martínez de la Fe

Científicos alemanes se han apoyado en las matemáticas avanzadas para sugerir que todo tipo de materia inanimada podría ser consciente, tal vez incluso el universo.

Las matemáticas podrían confirmar que una antigua sospecha científica puede ser cierta: el universo alberga algún tipo de consciencia.

La idea no es nueva: desde 2004, una hipótesis científica, conocida como Teoría de la información integrada (IIT), se ha propuesto explicar la naturaleza básica de la consciencia.

Pretende identificar si los objetos del universo y sus interacciones expresan “un punto de vista subjetivo”.

En el supuesto de que así sea, esta teoría se propone descubrir si esos procesos sutiles pueden describirse matemáticamente.

Este modelo matemático considera que la consciencia podría ser como una nueva ley de la física que explicaría por qué se agrupan los componentes elementales del Universo.

Nueva perspectiva

Esta hipótesis, tan documentada como cuestionada por la comunidad científica, ha resurgido ahora porque un equipo de matemáticos y físicos alemanes ha profundizado en la citada teoría y llegado a una conclusión sorprendente.

Tal como informa al respecto New Scientist, lo que están descubriendo estos científicos alemanes parece sugerir que, si queremos lograr una descripción precisa de la consciencia, tendremos que abandonar nuestras intuiciones y aceptar que todo tipo de materia inanimada podría ser consciente, tal vez incluso el universo en su conjunto.

Para llegar a esta conclusión, estos científicos han profundizado en la IIT y desarrollado un modelo matemático que podría cuantificar y medir la consciencia.

Usando las matemáticas, aseguran poder predecir cuán consciente es un sistema dado, lo que, según uno de los autores de esta aproximación, Johannes Kleiner, del Centro de Filosofía Matemática de Múnich, sería “el comienzo de una revolución científica.”

Valor phi

IIT se basa en un valor llamado phi que representa la interconectividad de un nodo, ya sea una región del cerebro, circuitos biológicos o un átomo.

Ese valor representa el nivel de conciencia del nodo. La corteza cerebral, por ejemplo, tiene un alto valor phi porque contiene un grupo denso de neuronas ampliamente interconectadas.

Sin embargo, hasta ahora ha resultado imposible calcular el valor phi de un cerebro humano porque averiguarlo llevaría un tiempo equivalente a la edad del universo.

Los matemáticos alemanes habrían conseguido simplificar este proceso de forma significativa, tal como explican en un artículo publicado en el repositorio de prepublicaciones científicas ArXiv.

Los laberintos de la consciencia

Esta investigación representa un paso relevante en la vieja aspiración de las neurociencias por conocer mejor la naturaleza y los mecanismos de la consciencia.

Detrás de esta aspiración está comprender los trastornos mentales, las enfermedades neurodegenerativas, las lesiones cerebrales y las funciones cognitivas.

Hasta ahora, todo lo que sabemos sobre el cerebro indica que la consciencia surge de los sistemas físicos y que es un fenómeno tan objetivo como la gravedad, ya que podemos observarla a través de los procesos cerebrales.

Información y matemáticas

La IIT añade que la consciencia puede definirse como una medida de la cantidad de información que procesa un sistema.

Eso no significa que un sistema que procesa mucha información necesariamente sea consciente.

Para que emerja la consciencia, es necesario algo más: que los componentes de ese sistema procesen información entre ellos.

Es un proceso biológico complejo: cualquier sistema que posea alguna cantidad de información integrada experimenta algo.

El cerebro es un claro ejemplo de sistema consciente: no solo procesa información, sino que todos sus componentes (las neuronas) también lo hacen intercambiando señales entre ellas.

Según los científicos alemanes, las matemáticas avanzadas pueden llegar a donde las neurociencias no han podido y desentrañar la proeza de la naturaleza que nos permite leer este artículo y darnos cuenta de ello.

Eduardo Martínez de la Fe

Tendencias21, 1 de mayo de 2020.
https://www.tendencias21.net/El-universo-podria-ser-consciente_a45866.html

PROSELITISMO Y VERDAD

Fiesta de la Ascensión

16 mayo 2021

Mc 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos”. Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

PROSELITISMO Y VERDAD

  En la historia de la humanidad ha sido recurrente el afán por llevar a los otros la propia “verdad”, en la convicción de que se trataba de la verdad absoluta. A partir de la creencia de estar en posesión de la verdad -incluso de ser depositarios de la verdad divina o revelada por el mismo Dios-, se embarcaban en la tarea de extenderla por todo el mundo, creyendo hacer el mejor servicio a la humanidad.

 Esa creencia -característica del nivel mítico de consciencia-, que identifica el “mapa mental” del grupo propio con la verdad absoluta, se halla en el origen del proselitismo en cualquiera de sus formas. A lo largo de la historia, la actitud proselitista se ha movido desde una cierta tolerancia -particularmente, mientras el grupo se hallaba en minoría con respecto a la sociedad general- hasta la condena y la persecución de quienes, resistiéndose a adoptar la creencia “oficial”, eran tachados de “herejes” o “blasfemos”. Y todo ello se hacía desde la “buena fe” de quienes, como los inquisidores, ordenaban quemarlos, con el fin de “salvar sus almas”.

 El error de base no era otro que la absolutización de la propia creencia -recogida en afirmaciones del tipo: “la nuestra es la única religión verdadera”, o “fuera de la iglesia no hay salvación”-, que confundía la verdad con un concepto, sobre la idea de que la mente era capaz de contenerla.

 Hoy somos más conscientes de que la mente solo puede operar con objetos, por lo que únicamente se mueve en el mundo de sus propias construcciones mentales. Somos más conscientes de que la mente no puede atrapar ni poseer la verdad. Desechada su pretensión de poseer la verdad, caemos en la cuenta de que no puede tener sino perspectivas y opiniones, con las cuales elabora conceptos y “mapas mentales” con los que se maneja. Lo menos inadecuado que puede suceder es que tales mapas “apunten” hacia la verdad de la manera menos engañosa.

 La verdad no es un concepto ni una creencia. No puede ser poseída. Nadie la “tiene”. Lo cual no significa que no exista. Esta “nueva” creencia, particularmente extendida en muchos ámbitos de la postmodernidad, ha dado como resultado la cultura de la posverdad, poblada de fake news y de mentiras, cuyo único objetivo es sostener los intereses de quienes las propagan. Todo esto no conduce -tal como estamos padeciendo en la actualidad- sino al narcisismo, al relativismo vulgar y, más tarde, al nihilismo extremo.

 La verdad es. No puede ser poseída, pero nos sostiene. De hecho, todos nosotros estamos habitados por un “anhelo de verdad”. Pero la verdad no es un concepto ni una creencia -como pensaban nuestros antepasados-; la verdad es una con la realidad; la verdad es lo que es.

¿Qué es, para mí, la verdad?

Semana 9 de mayo: FÍSICA CUÁNTICA Y FUTURO // José Ignacio Latorre

«El futuro será cuántico o no será»: preguntas para entender qué es la física cuántica y cómo afecta nuestras vidas

Entrevista de Irene Hernández Velasco a José Ignacio Latorre, catedrático de Física Teórica en la Universidad de Barcelona, en BBC, 1 febrero 2019: https://www.bbc.com/mundo/noticias-46833112

El futuro será cuántico o no será. Y el mañana que nos espera es apasionante. La cuántica nos permitirá hacer lo que hasta ahora solo podíamos soñar.

Eso sostiene José Ignacio Latorre, catedrático de Física Teórica en la Universidad de Barcelona, director del Centro de Ciencias de Benasque Pedro Pascual y uno de los físicos españoles más reconocidos internacionalmente en el campo de la física cuántica. Ha pasado por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), por la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), por el Niels Bohr Institute y ha visto su trabajo galardonado con varios premios. Conversamos con él en el marco del Hay Festival de Cartagena, donde participa.

Reconozco mi ignorancia: ¿qué es eso de la física cuántica?

Intentaré explicárselo muy sintéticamente.

Cuando llegamos al mundo de lo más pequeño, al mundo de lo microscópico, las leyes que rigen ese mundo no son las mismas que las que vemos en nuestro día a día, son leyes más sutiles, más peculiares.

Pero el hombre, muy poco a poco, durante el siglo XX y durante el siglo XXI ha logrado comprenderlas y actualmente estamos en la situación de empezar a explotarlas, a aprovecharlas.

Del mismo modo que las leyes del mundo grande, las leyes de la física clásica, las entendemos desde Newton y con ellas hacemos puentes, enviamos naves a donde haga falta y creamos máquinas que nos ayudan, ahora los humanos hemos llegado al control de la materia a nivel atómico.

Aún estamos en la infancia de la Física Cuántica, estamos empezando a comprenderla a fondo.

Durante el siglo XX hemos llevado a cabo algunas aplicaciones prácticas y ahora en el siglo XXI estamos realizando lo que se llama «la segunda revolución cuántica».

¿Qué aplicaciones prácticas de la Física Cuántica se han realizado en el siglo XX?

Pues gracias a la mecánica cuántica a día de hoy tenemos todas nuestras comunicaciones, los láseres, la fibra óptica…

Tenemos en medicina la resonancia nuclear magnética que nos permite ver una foto del interior del cuerpo humano.

Y también todo el sistema GPS está basado en tener unos relojes atómicos en órbita en unos satélites que envían una señal con una precisión impresionante, que es la que nos permite saber en qué lugar de la Tierra estamos.

Por su parte, los ordenadores utilizan lo que se llama Física del Estado Sólido, que consiste en que cuando hay muchos átomos lo que les pasa a los electrones es que se mueven en capas de conducción, y eso también es mecánica cuántica.

Así que toda la informática, todos los chips, están basados en principios cuánticos.

Y a eso se suma que ahora viene una segunda revolución en la física cuántica…

¿Y qué aplicaciones prácticas espera que se consigan en esa segunda revolución cuántica?

La Unión Europea, no yo, ha establecido al respecto cuatro grandes pilares de progreso.

Una es la computación cuántica: hacer ordenadores que trabajen directamente con leyes cuánticas.

La segunda es la comunicación cuántica: establecer criptografía y comunicación segura cuántica.

La tercera es la simulación cuántica, que permite indagar los materiales, las moléculas…

Y la cuarta son sensores cuánticos, lo que nos permitirá medir con muchísima precisión, desde sensores de movimiento -para, por ejemplo, controlar las vibraciones del ala de un avión- hasta medidas de campos magnéticos increíblemente pequeñas.

¿Y en la medicina espera también avances?

Claro. La computación cuántica nos va a permitir una forma de calcular mucho más eficiente y potente, y ese es el salto que necesitamos para el diseño de medicamentos.

A día de hoy, los medicamentos los encontramos por prueba y error. Probamos principios activos y vemos si funcionan o no.

Pero los seres humanos no diseñamos esos principios activos, los encontramos. Encontramos la penicilina, no la diseñamos.

Pero si tuviéramos una capacidad de cálculo mucho más potente, podríamos diseñar medicamentos.

Así que algunas de las áreas que van a tener un impacto más potente desde la computación cuántica son la química, la bioquímica y sus aplicaciones.

Algunos colegas suyos me han comentado que los ordenadores cuánticos serán tan potentes que, analizando simplemente las fotos de una persona en redes sociales, podrán determinar si sufre o va a sufrir alguna enfermedad…

Eso ya lo podemos hacer hoy en día con las redes neuronales profundas. Todo lo que se refiere al reconocimiento de imágenes ha pegado un gran salto en los últimos diez años gracias al aprendizaje profundo de redes neuronales.

No hace falta un ordenador cuántico para eso.

El reconocimiento de imágenes requiere potencia de cálculo, pero no una potencia brutal, no la de un ordenador cuántico.

Y requiere también mejores algoritmos, y cuando los hemos alcanzado, ya funciona.

El ordenador cuántico resuelve problemas todavía más complicados que ese, pero a día de hoy aún no lo tenemos.

Tenemos algunos prototipos, nada más. Pero a medida que se vayan desarrollando podremos atacar problemas más serios.

La inteligencia artificial se desarrollará enormemente en los próximos años. ¿Podrá alcanzar e incluso superar a la inteligencia humana?

Ese es un gran y profundo debate.

La inteligencia a la que se refiere usted se llama inteligencia artificial general, y sería una inteligencia artificial indistinguible de la de un ser humano.

Eso no va a pasar en cinco años, pero obviamente va a pasar.

Hay mucha gente que afirma que no ocurrirá nunca, pero los que trabajamos en ello no tenemos ninguna duda de que ocurrirá, es solo cuestión de tiempo, de ir avanzando.

Poco a poco, estamos delegando todas nuestras decisiones en inteligencia artificial.

Un ejemplo: la purificación del agua de Barcelona es un proceso que hasta hace dos años estaba controlado por humanos, pero ahora es una inteligencia artificial la que lo hace.

Y la computación cuántica servirá para crear inteligencias artificiales todavía más potentes.

Un estudio asegura que en el año 2050 habrá más relaciones de pareja robot-humano que humano-humano. ¿Usted cree que será así?

Bueno, una de las cosas que claramente se ven venir es que la gente mayor que está sola tendrá compañía artificial: habrá una voz amiga que les llamará y logrará mantener un diálogo con ellos. Eso es algo que está al caer.

En Barcelona hay estudios que dicen que hay 150.000 viudas que no pisan la calle.

Y la atención de esa gente la delegaremos en inteligencias artificiales. Nos moriremos de la mano de un robot.

¿Y también habrá relaciones de pareja entre humanos y robots? Si no me equivoco ya existe la tecnología para crear robots con aspecto humano, con voces humanas, lo que ocurre es que su precio aún es muy elevado.…

Sí, ya hay varias empresas que hacen robots humanoides. Pero, ¿ha oído usted hablar de la teoría del valle inquietante?

Según esa teoría, a medida que los robots humanoides son más realistas producen rechazo.

A la gente le encanta un robot como Wall-e, el de la película del mismo nombre, o los de Star Wars.

Pero cuando empiezan a tener facciones humanoides muy definidas y te empiezan a guiñar un ojo y cosas así, la gente se echa hacia atrás.

Por eso, la adopción de inteligencia artificial en forma de robot humanoide posiblemente tardará mucho.

Pero en forma de voz o de asistente será cada vez más común.

¿La Física Cuántica no roza con frecuencia la ciencia ficción? Estudia fenómenos que en muchas ocasiones parecen de fantasía…

Alguien decía que la ciencia avanzada es indistinguible de la magia. Es una frase genial.

El que alguien, gracias a un GPS, sepa por ejemplo tu localización exacta parece efectivamente magia.

Pero hay 24 satélites alrededor de la Tierra mandando señales con una gran precisión.

La ciencia, evidentemente, es la gran frontera.

Pero la ciencia ficción para mí es un género muy necesario, porque nos ayuda a pensar y a prepararnos para el futuro.

«2001: Odisea en el espacio», por ejemplo, es una gran película donde ya están las preguntas básicas sobre qué pasa si una inteligencia artificial es demasiado potente.

¿Si algún día logramos tele-transportarnos será gracias a la Física Cuántica?

Sí. La tele-transportación ya se ha hecho, se tele-transporta por ejemplo la información.

Tú tienes un átomo en un lugar de la Tierra en un cierto estado: está excitado, no está excitado, lo que sea.

Y se establece un protocolo para pasar esa información a otro átomo que está en otro lugar de la Tierra.

No se transporta el átomo, solo la información. Y el protocolo que se usa para ello es un protocolo basado en ideas cuánticas como el entrelazamiento.

Bien: pues ahora mismo China ha puesto en órbita un satélite llamado Micius y ha logrado distribuir estados entrelazados a 7.000 kilómetros de distancia.

Se trata de un estado cuántico compartido en dos lugares de la Tierra y que permite la tele-transportación de información de un lugar a otro.

China, a una velocidad de vértigo, está avanzando y está superando en ciertas cosas a Europa y a América.

Ahora mismo hay una gran lucha geopolítica por el dominio de la computación y las comunicaciones cuánticas.

En esa gran guerra hay tres actores: Estados Unidos, China y Europa. Y claramente Europa está a la zaga.

¿Pero podrá haber tele-transportación de personas?

¿De seres macroscópicos? No. No, no, no.

Seguramente lo que le voy a preguntar le parezca un poco absurdo. La realidad, lo que captan nuestros sentidos, lo que tocamos, lo que vemos, lo que olemos, lo que saboreamos, ¿existe realmente?

Bueno, esa es una discusión filosófica muy profunda que arranca mucho antes que la mecánica cuántica y que trata de establecer si existen diferencias entre la realidad absoluta y lo que percibe el cerebro humano, si hay separación entre mundo exterior y la mente humana.

Ese es un debate que empieza ya con Descartes y que experimenta un vuelco cuando llega la mecánica cuántica.

La mecánica cuántica no entra en saber si existe una realidad, solo nos dice que si medimos obtendremos tal resultado, nada más.

Pero sobre qué hay cuando no se mide, la mecánica cuántica no dice nada.

Es una ciencia mucho más humilde de lo que parece; humilde pero increíblemente potente. Esa es la paradoja.

Le pregunto, no como físico cuántico, sino como José Ignacio Latorre. ¿Cree que existe una realidad?

Quiero creer que sí que hay una realidad.

Sostiene usted que en tres siglos no necesitaremos ni cuerpo. ¿Me lo explica?

Es que, ¿para qué queremos un cuerpo?

El razonamiento que sigo es el siguiente: casi todos nosotros completamos nuestro cuerpo, yo por ejemplo uso gafas, hay gente que lleva prótesis.

También completamos químicamente nuestro cuerpo: nos metemos medicamentos sin parar, alteramos nuestra química corporal para vivir más tiempo, para vivir mejor.

Y también aceptamos que podemos generar algo más divertido que la propia realidad: vamos al cine, leemos novelas…

Con todo eso nuestro cerebro está más contento que con la realidad, porque ir al cine es sustituir la realidad con una realidad inventada.

Poco a poco, a las personas que pierden un miembro les ponemos uno artificial, a las que no oyen bien las ponemos un buen audífono.

Es decir, que poco a poco vamos sustituyendo partes de nuestro cuerpo por otras que envían una señal equivalente al cerebro.

Porque quien manda es el cerebro. Todo nuestro cuerpo es un siervo del cerebro, nada más.

Y, en ese camino, muy poquito a poco, yo creo que, dentro de medio siglo, de un siglo, nuestros cuerpos serán cada vez más débiles, más sustituibles.

Y en ese escenario no es impensable que un día deje de haber cuerpos.

Pero debo decirle que no soy yo el que ha inventado todo esto, está escrito desde hace mucho tiempo.

Pero qué seremos, ¿solo cerebro?

Bueno, así es en la película Matrix.

Pero entonces no nos podremos reproducir…

¿Y por qué la reproducción tiene que ser como ha sido hasta ahora? ¿Y por qué tiene que haber cerebros biológicos?

Pueden ser de sustrato de silicio, pueden ser todo información en otro formato. Podemos ser un eslabón en la evolución.

Igual que hay medusas, que hubo diplodocus, un día podrán decir que hubo seres humanos.

¿Eslabón de qué? ¿Qué vendrá después de nosotros?

La Teoría de la Singularidad establece que una máquina suficientemente potente capaz de mejorarse a sí misma entrará en una cadena imparable de mejoramiento y nos superará ampliamente.

¿Acabaremos entonces siendo inmortales? Si no hay cuerpo, no hay muerte…

Efectivamente. Ahí hay una discusión profundísima, y es que si llegamos a ser inmortales desaparece el tiempo.

El mundo cuántico que viene plantea numerosos problemas éticos. ¿Cuál es el más importante en su opinión?

El primer gran reto al que nos enfrentamos es la trazabilidad de los programas, saber quién los ha hecho, con qué criterios, entender quién y qué está detrás de la capacidad de decisión de las máquinas.

En ese sentido hay ideas muy interesantes, como que sea la propia inteligencia artificial la que defina su ética.

Esa idea me encanta: ya que los humanos somos tan malos con la ética, a lo mejor la inteligencia artificial es mejor.

Se trataría de recorrer la historia de la humanidad, buscar los buenos principios e insertarlos en una inteligencia artificial.

En lo que me queda de vida me temo que no lo veré, pero creo que a largo plazo sí ocurrirá.

AMOR

Domingo VI de Pascua

9 mayo 2021

Jn 15, 9-17

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido; soy yo quien os ha elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros”.

AMOR

 Amar es permanecer en la certeza de no-separación. No se trata, en primer lugar, de una emoción que puede oscilar ni de una exigencia que se pueda imponer. Es una certeza que se corresponde con la realidad de lo que es: no existe nada separado de nada.

 Amar es permanecer de manera consciente en esa certeza y dejarnos vivir desde ella. Por tanto, el amor genuino nace de la comprensión de lo que somos.

 El término “permanecer” me parece muy apropiado para expresar la actitud adecuada. Significa conectar y mantenerse en conexión con eso que somos en profundidad. Eso que somos está más allá del cuerpo -aunque lo experimentemos en él-, más allá de la mente -aunque luego podamos pensarlo y hablar de ello-, más allá de los sentimientos y emociones -aunque en ocasiones puedan aparecer con intensidad-…

 La puerta que conduce a experimentar el amor que somos es el silencio de la mente. Gracias a él, reconocemos la “espaciosidad” silenciosa como presencia consciente, nuestra identidad más profunda que compartimos con todos los seres: somos uno con todo lo que es.

 No eres el yo separado que tu mente piensa, y con el que has podido llegar a identificarte. Ese yo es una forma que aparece en la espaciosidad que eres, la forma o persona en que la consciencia que realmente eres se está desplegando temporalmente. Acogiendo el yo, permanece, más allá de él, en la consciencia que eres.

 Esa consciencia constituye la “sustancia” última de todo lo real. Descansa en esa certeza silenciosa. No busques nada, permanece… El silencio te irá revelando el amor, la paz y -en palabras de Jesús- la alegría en plenitud.

 En la medida en que te ejercites en permanecer, notarás los efectos que eso produce en tu vida cotidiana; notarás cómo el amor se hace cada vez más presente en tu existencia.

¿Cuido permanecer en conexión consciente con lo que realmente soy, gracias al silencio de la mente?

Semana 2 de mayo: PERFECTO DESEQUILIBRIO // Esther Fernández Lorente

Andar en el desequilibrio no es posible,
me decían y yo
lo he creído así, sin cuestionarlo.

Oculté sensaciones
de ansiedades, de miedos e impotencias,
buscando, día a día,
ese nivel perfecto y ajustado.
Así debía ser,
siempre dispuesta a decir: no importa,
equilibrando fuerzas,
lo intenté y me esmeré hasta el cansancio.

Ansiando una paz falsa,
que tiñera el conflicto y lo ocultara,
evité la paradoja,
para no vacilar en el engaño.

Y me sentía un fraude
representado en mi propio escenario.

Andar en el desequilibrio es camino
para ser lo que soy:
un todo que fluye en las huellas,
tan claras y serenas,
que deja el tambaleo de mis pasos.

Estar acogiendo lo que no encaja,
en futuros proyectos
que inconscientemente he dibujado.

Soltar todos los planes,
dejándome al viento de la vida,
caminando a tientas,
perfecto imperfecto de este espacio
profundo, donde todo
se unifica más allá de los contrarios.

LA REALIDAD ES NO-DUAL

Domingo V de Pascua

2 mayo 2021

Jn 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca: luego los recogen y los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará”.

LA REALIDAD ES NO-DUAL

 La no-dualidad no es algo novedoso. Se halla presente, de un modo u otro, en todas las grandes tradiciones sapienciales y espirituales. El término procede del sánscrito advaita (“a-dvaita” = no-dos) y su núcleo se halla presente en la sabiduría del vedanta, en el taoísmo, en el sufismo, en el budismo zen, en alguna corriente de la filosofía griega, en el misticismo cristiano…, incluso en la sabiduría de los pueblos originarios de América.

 En la tradición cristiana, hallamos expresiones claramente no-duales en el evangelio de Juan -como en el texto que se lee al inicio de este comentario- y en otros textos apócrifos (“ocultos”) como el evangelio de Tomás. A lo largo de su historia, siempre ha habido una corriente mística que se ha movido en dicha comprensión.

 Y, sin embargo, parece que en nuestro tiempo la comprensión no-dual se extiende en sectores cada vez más amplios de la población. Hasta el punto de que, según algunos estudiosos, podríamos hallarnos en el umbral de un salto de consciencia colectivo.

 Tal salto de consciencia implica un cambio de “clave de lectura”, que supone una modificación radical en nuestro modo de ver. Ese es el motivo por el que podría decirse que la no-dualidad constituye la mayor revolución de la postmodernidad.

 ¿En qué consiste este “salto de consciencia”? Por decirlo brevemente, en la comprensión -o intuición- de que formamos parte de un Todo indivisible. La Realidad es una, inmanente y trascendente a la vez.

 Esta comprensión implica la superación de dos creencias profundamente arraigadas en Occidente y claramente nefastas en sus consecuencias: el dualismo y el materialismo.

 Nos hallaríamos, pues, en un momento histórico, caracterizado por el paso de un paradigma dualista y materialista a otro no-dual y postmaterialista.

 Si tuviera que resumir el núcleo de la llamada comprensión no-dual, lo haría con las conocidas palabras de Antonio Blay: “Solo hay una Realidad. Pero no la vivimos directamente, sino a través de la mente, y la mente la fracciona: cuando la ve dentro, la llama «yo»; cuando la ve fuera, la llama «mundo»; cuando la ve arriba, la llama «Dios»”.

¿Qué es, para mí, la Realidad?