EL AMOR EFECTIVO, TEST DE LA COMPRENSIÓN

Domingo III de Adviento

12 diciembre 2021

Lc 3, 10-18

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: “Entonces, ¿qué hacemos?”. Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene y el que tenga comida, haga lo mismo”. Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: “Maestro, ¿qué hacemos nosotros?”. Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido”. Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?”. Él les contestó: “No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga”. El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga”. Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

EL AMOR EFECTIVO, TEST DE LA COMPRENSIÓN

Me parece evidente que todo se ventila en la comprensión. Porque cuando comprendemos de una manera profunda, experiencial o vivencial, se disipan las brumas de nuestra mente y salimos de la ignorancia. El hecho de “ver” orienta -etimológicamente: “lleva hacia la luz”- nuestras actitudes y nuestras acciones.

Sin embargo, todo lo humano es ambiguo y no es extraño que, aun de manera inconsciente -pensemos cómo funciona el mecanismo de la sombra-, se nos cuelen auto-engaños que vuelven a oscurecer nuestra mirada y a torcer nuestro comportamiento.

Frente a ello, hay siempre un test que nos permite verificar la calidad de la comprensión: el amor efectivo a los otros, la compasión de la que hablan todas las tradiciones sapienciales, recogida en la llamada “regla de oro”, que pide tratar a los otros como uno mismo desearía ser tratado por ellos.

Así como el hecho de haber vivido una experiencia de comprensión no libera necesariamente de inercias que vuelven a encerrarnos en la ignorancia de la mente absolutizada -desconociendo lo vivido-, tampoco inmuniza frente al egocentrismo en cualquiera de sus formas. De ahí que, para prevenir cualquier auto-engaño, resulte sumamente útil contrastar la verdad de lo que vivimos, verificando cómo son nuestras relaciones y cómo vivimos el amor hacia los demás.

En esa línea van las respuestas de Juan a las preguntas que le formulan diferentes grupos de gente: trata al otro con compasión y déjate conducir en todo por el amor. La comprensión profunda o espiritual nos ofrece el motivo más profundo: la certeza de que somos no separados y que, por tanto, todo otro es no-otro de mí.

¿Me pregunto con frecuencia cómo vivo el amor y la compasión?

«EL TIEMPO NO EXISTE» // Carlo Rovelli

«Si queremos aprender más acerca del universo, debemos cambiar nuestras visiones sobre el tiempo» (Carlo Rovelli, «el nuevo Stephen Hawking»).

Entrevista de Margarita Rodríguez, en BBC News Mundo, 21 mayo 2021. https://www.bbc.com/mundo/noticias-57086703

«El tiempo. El tiempo no existe. Tengo 15 minutos para convencerlos de eso», dice Carlo Rovelli, tras mirar su reloj de pulso. Así comienza una charla TEDx Talk que ofreció en 2012 el físico italiano para el que la prensa internacional no ahorra reconocimientos.

Uno de los más contundentes lo escribió George Eaton en la revista New Statesman, en un artículo titulado «Rock star physicist Carlo Rovelli on why time is an illusion» (El físico estrella de rock Carlo Rovelli explica por qué el tiempo es una ilusión): «La determinación de Rovelli por hacer accesible la física cuántica y sus prodigiosas ventas de libros, lo han llevado a ser calificado como ‘el nuevo Stephen Hawking'».

En 2020, en «La naturaleza del tiempo», una presentación organizada por la revista New Scientist, el físico teórico tomó una cuerda y la extendió desde un extremo del escenario hasta el otro. Le colgó un bolígrafo en el medio para marcar el presente y dijo: «Aquí es donde estamos». Levantó el brazo derecho y apuntó hacia la derecha: «Ese es el futuro». Seguidamente, subió el brazo izquierdo y señaló hacia la izquierda: «Y ese es el pasado». «Este es el tiempo en nuestra vida diaria: una línea larga, una secuencia de momentos que podemos ordenar, que tiene una dirección predilecta, que podemos medir con relojes, y todos estamos de acuerdo con los intervalos de tiempo entre dos diferentes momentos a lo largo de esta línea». Luego añadió: «Casi todo lo que he dicho está errado. En términos fácticos, es incorrecto, es como si dijera que la Tierra es plana«.

«El tiempo no funciona así, lo hace de una manera diferente». Y aclaró: «Estas no son ideas especulativas de sueños raros de los físicos. Estos son hechos que medimos en el laboratorio, con instrumentos y que pueden ser verificados».

«Pura rebeldía»

Nacido en Verona, Italia, en 1956, Rovelli confiesa que su adolescencia fue «pura rebeldía». El mundo era distinto del que le hubiera parecido «justo y hermoso» y en medio de esa desilusión, la investigación científica llegó a su encuentro. En ella descubrió «un espacio de libertad ilimitada«, que plasmó en su libro «¿Y si el tiempo no existiera?».

«En el momento en que mi sueño de construir un mundo nuevo chocó con la realidad, me enamoré de la ciencia, que contiene un número infinito de mundos nuevos». «Mientras escribía con mis amigos un libro sobre la revolución estudiantil (libro que no le gustó a la policía y me costó una paliza en la comisaría de Verona: ‘¡Dinos el nombre de tus amigos comunistas!’), me sumergía cada vez más en el estudio del espacio y del tiempo, intentando comprender los escenarios que hasta entonces se habían propuesto».

La gravedad cuántica

Rovelli decidió «consagrar» su vida al reto de ayudar a conciliar dos teorías: la mecánica cuántica (que describe el mundo microscópico) y la relatividad general de Albert Einstein.

«Para llegar a una nueva teoría, debemos construir un esquema mental que nada tiene que ver con nuestra concepción usual del espacio y del tiempo», indica en su obra. «Hay que pensar en un mundo en el que el tiempo ya no es una variable continua que fluye, sino que se convierte en otra cosa».

Al buscar posibles soluciones al problema de la gravedad cuántica, Rovelli fue uno de los fundadores de la teoría de la gravedad cuántica de bucles o teoría de los bucles, la cual plantea una estructura fina y granular del espacio. Es como una red de bucles cuantizados de campos gravitacionales. Esa teoría tiene aplicaciones en diferentes campos, por ejemplo, para estudiar el Big Bang o para abordar las propiedades de los agujeros negros.

El italiano ha tenido una carrera brillante que incluye numerosos premios y libros. Uno de ellos, «Siete breves lecciones de física» se ha traducido a 41 idiomas y ha vendido más de 1 millón de copias. También ha sido profesor en Italia, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, y es investigador del Centro de Física Teórica de Marsella.

Rovelli aceptó responder por escrito las preguntas de BBC Mundo, cuyas respuestas publicamos intercaladas con extractos de su obra.

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La primera pregunta no podía ser otra…

¿Qué es el tiempo? ¿Realmente existe?

Sí, claro que el tiempo existe. De lo contrario ¿qué sería eso que siempre nos falta?

Pero la idea común que tenemos sobre lo que es el tiempo y cómo funciona no sirve cuando tratamos de entender átomos y galaxias.

Nuestra concepción habitual del tiempo funciona solo a nuestra escala y siempre y cuando midamos las cosas con mucha precisión.

Si queremos aprender más acerca del universo, tenemos que cambiar nuestras visiones sobre el tiempo.

Porque lo que usualmente llamamos «tiempo», sin pensar mucho en lo que significa, es realmente una maraña de diferentes fenómenos.

El tiempo pareciera simple, pero es realmente complejo: está formado por muchas capas, algunas de las cuales son solo relevantes para ciertos fenómenos y no para otros.

¿Qué halló cuando se preguntó: por qué solo podemos conocer el pasado y no el futuro?

La razón por la que tenemos información del pasado y no del futuro es estadística. Tiene que ver con el hecho de que no vemos los detalles de las cosas. Tenemos una visión muy vaga de los detalles.

No vemos las moléculas individuales que forman el aire del cuarto en el que estamos.

Pero en el mundo microscópico, no hay una distinción similar entre el pasado y el futuro.

Usted ha hablado sobre la elasticidad del tiempo y sobre un día en el que «experimentemos directamente cosas como encontrarnos con nuestros hijos más viejos que nosotros en nuestro regreso a casa». Eso es fascinante. ¿Cómo podría pasar?

La pregunta correcta es la opuesta: ¿por qué cuando nos separamos y nos volvemos a encontrar, tu reloj y mi reloj miden el mismo intervalo de tiempo? No hay razón por la cual debieran hacerlo.

Nuestra experiencia nos dice eso solo porque nuestras mediciones no son lo suficientemente precisas. Si lo fueran, veríamos que el tiempo corre a velocidades diferentes para personas distintas, dependiendo de dónde están y cómo se mueven.

Por eso, yo podría separarme de mis hijos y reunirme otra vez con ellos en un tiempo que es un año para mí y 50 años para ellos. Yo estoy todavía joven y ellos han envejecido. Con seguridad, esto es posible.

La razón por la que no lo experimentamos normalmente es solo que nuestra vida en la Tierra se mueve a velocidades lentas entre nosotros y en ese caso las diferencias de tiempo son pequeñas.

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«Diez años antes de descubrir la teoría de la relatividad general, Einstein había llegado a la conclusión de que tiempo y espacio no son dos entidades separadas, sino más bien dos aspectos de una misma entidad. A este descubrimiento se le da el nombre de relatividad especial o restringida».

«El ejemplo más claro de la relatividad del tiempo es la llamada paradoja de los gemelos, aunque no tienen nada de paradójico. Si uno de los gemelos viaja a gran velocidad alejándose del otro, y luego regresa, cuando se encuentren tendrán edades diferentes: el que nunca ha cambiado de velocidad será el más viejo».

«El tiempo no es un ‘continente’ absoluto en el que los objetos evolucionan; el tiempo es propio de cada objeto y depende de su movimiento«.

«Se han realizado experimentos concretos (no con gemelos, sino con relojes idénticos muy precisos a bordo de aviones rápidos) y cada vez se ha comprobado que el mundo funciona exactamente como lo entendió Einstein: los dos relojes marcan horas distintas cuando se reúnen de nuevo».

(Carlo Rovelli, en: «¿Y si el tiempo no existiera?»).

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 ¿Alguna vez seremos capaces de viajar al pasado?

Lo considero extremadamente improbable. Viajar hacia el futuro, en cambio, es lo que hacemos todos los días.

¿Qué quiere decir?

Viajar al pasado es difícil. Pero viajar al futuro es muy fácil. Hagas lo que hagas, estás viajando hacia el futuro: mañana estarás en el futuro de hoy.

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«Si quieres viajar al próximo milenio, es suficiente construir una nave espacial veloz, viajar lo suficientemente rápido de un lado a otro y en unos pocos días (de los tuyos) definitivamente puedes estar de regreso aquí en la Tierra dentro de un milenio, en el futuro. La ciencia de esto es completamente indiscutible y clara. El único problema es encontrar el dinero para una nave espacial de este tipo.

Si, por el contrario, quieres viajar un milenio atrás, las cosas son más complicadas. La razón es que hay que vencer la flecha entrópica del tiempo.

Esto no es imposible porque la flecha del tiempo es estadística, por lo tanto, es solo una cuestión de probabilidad e improbabilidad. Pero la improbabilidad es abrumadora. Entonces, en un sentido muy técnico, creo que ir al pasado es muy improbable».

(Carlo Rovelli. en un artículo de The Guardian).

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Como sé que le gustan los gatos y que prefiere no referirse al gato de Schrödinger en términos de vivo o muerto ¿podría decirnos cómo el gato del famoso experimento puede estar despierto y durmiendo al mismo tiempo?

Creo que el gato no está realmente despierto y durmiendo al mismo tiempo.

Considero que con respecto a sí mismo, el gato está definitivamente despierto o dormido. Pero con respecto a mí y a ti, puede que no esté ni una cosa ni la otra.

Porque pienso que las propiedades de las cosas (incluyendo átomos y gatos) son relativas a otras cosas y solo se hacen reales en interacciones. Si no hay interacciones, no hay propiedades.

Como usted ha explicado, la discusión entre físicos en mecánica cuántica no es solo sobre el gato que puede estar vivo y muerto al mismo tiempo, sino también sobre el experimento con dos eventos, A y B, en el que A viene antes que B, pero también B viene antes que A. ¿Cómo puede ser eso posible?

Cuando decimos que un evento A es anterior a un evento B, lo que queremos decir es que puede haber una señal que va de A a B. Por ejemplo, su pregunta es anterior a mi respuesta porque me llega antes de que yo pueda responderla.

Sin embargo, algunas veces puede pasar que en realidad es imposible enviar una señal de A a B, pero también imposible enviar una señal de B a A. Entonces, ninguno es anterior al otro.

La razón por la que no estamos acostumbrados a esto es porque la luz viaja muy rápido, por lo que tendemos a pensar que podemos verlo todo «instantáneamente».

Pero en realidad no podemos. Así que siempre existen eventos que no están ordenados en el tiempo.

¿A qué se refiere cuando dice que hay muchas versiones diferentes de la realidad aunque parezcan la misma a gran escala?

Las propiedades de todas las cosas son relativas a otras cosas. Las propiedades del mundo con respecto a ti no son necesariamente las mismas con respecto a mí.

Por lo general, no vemos estas diferencias en las propiedades físicas porque los efectos cuánticos son muy pequeños.

Pero, en principio, podemos ver mundos ligeramente diferentes.

Ha dicho que tenemos que reorganizar la forma como pensamos sobre la realidad. ¿Cómo lo podemos hacer? ¿Qué nos estamos perdiendo si no intentamos hacerlo?

Podemos seguir viviendo nuestras vidas ignorando la física cuántica, pero si sentimos curiosidad por saber cómo funciona la realidad, tenemos que afrontar que las cosas son realmente raras.

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«La física en la que yo trabajo, la gravedad cuántica, es el esfuerzo por comprender y dar sentido coherente a este paisaje extremo y hermosísimo: el mundo sin tiempo».

(Carlo Rovelli, en: «El orden del tiempo»).

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Me encanta la metáfora que usted hace sobre la mecánica cuántica y su intersección con la filosofía como una pareja que está junta, se separa, después regresa y rompe otra vez y así sucesivamente. ¿La mecánica cuántica y la filosofía se necesitan?

Sí, lo creo. En el pasado, la física fundamental ha avanzado también gracias a la inspiración de la filosofía.

Todos los grandes científicos del pasado fueron ávidos lectores de filosofía. No hay razón por la cual las cosas sean diferentes hoy.

En mi opinión, lo contrario también es cierto: los filósofos que ignoran lo que hemos aprendido sobre el mundo con la ciencia terminan siendo superficiales.

Para usted, su libro «El orden del tiempo» es muy especial porque «pretende ser sobre física, pero secretamente es mi libro sobre el sentido y la finitud de la vida». ¿Cuál es el significado de la vida para Carlo Rovelli?

El sentido de la vida para Carlo Rovelli es el que creo que es el sentido de la vida para todos nosotros: la rica combinación de necesidades, deseos, aspiraciones, ambiciones, ideales, pasiones, amor y entusiasmo, que en varias medidas y en diferentes versiones surge naturalmente desde dentro de nosotros.

La vida es una explosión de sentido.

Algunos hemos proyectado el sentido de la vida fuera de nosotros mismos y algunos se sienten decepcionados al darse cuenta de que había algo ilusorio en esperar que el sentido viniera de afuera.

Una de mis respuestas favoritas a esa pregunta se le ha atribuido a un antiguo sioux: el propósito de la vida es abordar con una canción cualquier cosa que encontremos.

 Usted ha señalado que en la ciencia se cometen muchos errores cuando pretendemos tener certeza, cuando de hecho muchas veces no la tenemos. El nuevo coronavirus ha traído mucha incertidumbre a nuestras vidas. ¿Cómo ha manejado esa incertidumbre?

Me he esforzado no solo por minimizar el riesgo para mí y las personas que amo, sino por minimizar mi propia participación en la propagación de la infección.

Pero sabiendo bien que el riesgo ha sido y sigue siendo real y que millones de personas han muerto y siguen muriendo, todavía podría pasarme a mí y a mis seres queridos.

Creo que eso no debe ser motivo para sentir pánico, pero tampoco me gusta esconder la cabeza en la arena.

¿Qué reflexiones ha hecho en estos tiempos tan desafiantes para millones de personas en todo el mundo y muy tristes para otros millones?

Lo que sigo pensando es simple. ¿No sería el momento para que la humanidad trabaje junta, en lugar de unos contra otros como seguimos haciendo? Occidente está construyendo nuevos enemigos: China, Irán, Rusia.

¿No podemos vivir con respeto y en colaboración, sin esa necesidad de abrumarnos unos a otros, de prevalecer sobre los demás, de ganar y ganar, en lugar de cooperar por el bien común?

La humanidad está enfrentando una pandemia, millones de muertes, desastres ambientales y todavía no podemos aprender a vernos como miembros de una sola familia, como lo que somos.

La mecánica cuántica es el descubrimiento de que la realidad está tejida por relaciones, pero seguimos ciegos al hecho de que florecemos en relación a los otros, no contra los otros.

Puede que sea ingenuo, pero es lo que pienso todos los días cuando veo las noticias.

Una última pregunta: ha dicho que disfrutó leer «El amor en los tiempos del cólera» de Gabriel García Márquez porque «en estos tiempos oscuros, es bueno leer sobre el amor verdadero». ¿Nos puede decir más sobre lo que le gustó del libro?

Es un libro lleno de gracia y luminosidad. Retrata muchas y muy diferentes formas de amar y compartir, con una mirada a nuestras vidas que sonríe ante esta complejidad.

Una forma de amor es la lealtad de Fermina Daza hacia su esposo, una forma de amor es la intimidad y amistad de Florentino Ariza con decenas y decenas de mujeres.

Pero el amor absoluto que él siente por ella es una forma maravillosa de amor, venerado y atesorado por décadas para luego florecer maravillosamente entre dos seres humanos ya mayores.

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«La novedad que aporta hoy la gravedad cuántica es la idea de que el espacio no existe. Solo existe el campo gravitatorio que, como ya he dicho, está formado de nubes de probabilidad de granos unidos en red.

Combinando esa idea con la relatividad especial, se llega a la conclusión de que la no existencia del espacio implica también la no existencia del tiempo, puesto que espacio y tiempo están íntimamente vinculados (…)

El tiempo no existe. Habrá que aprender a pensar el mundo en términos no temporales, aunque intuitivamente resulte difícil».

(Carlo Rovelli, en: «¿Y si el tiempo no existiera?»).

SALVACIÓN

Domingo II de Adviento

5 diciembre 2021

Lc 3, 1-6

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe, de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios”.

 SALVACIÓN

Toda religión se presenta como una oferta de salvación; las diferencias se dan en el modo como la entienden. Con frecuencia, deudoras del momento histórico y del nivel de consciencia en el que nacen, la han entendido en clave heterónoma: el ser humano, definido por la carencia o/y la culpa (“pecado”), tenía que ser salvado “desde fuera” por un dios exterior.

Una lectura de ese tipo fácilmente produce alienación con respecto a ese “ser superior” del que se dependería en todo momento, a la vez que hace vivir en el temor de “no ser dignos” de aquella salvación y, en última instancia, bajo el peso, consciente o no, de una culpa que habría sido la causante de este estado de sufrimiento en el que nos encontramos.

Tal lectura se basa en un presupuesto incuestionado que define al ser humano como un yo particular. A partir de ahí, a ese yo la religión le promete “salvación”, es decir, superación de su estado de carencia y precariedad en la promesa de una vida plena tras la muerte.

Pero justamente ahí, en ese presupuesto, es donde radica el origen de la confusión. En la medida en que comprendemos que nuestra “identidad” no se reduce a nuestra “personalidad”, que nuestro yo particular es solo una forma concreta y temporal donde se está desplegando lo que realmente somos, todo aquel planteamiento se viene abajo.

La comprensión nos hace ver, por un lado, que no se trata de “salvar” o perpetuar el yo, sino, más bien al contrario, de liberarnos de (la identificación con) él. Y por otro, nos muestra que, en nuestra verdadera identidad, estamos ya salvados. Siendo así, ¿qué salvación habríamos de esperar?

Leída desde la mente (religiosa), tal afirmación podrá verse como muestra de un orgullo desmedido. Sin embargo, el sujeto de la misma no es el pequeño yo -que, aun en su carencia constitutiva, pretendiera no necesitar de nadie-, sino la presencia consciente que somos y que es -siempre ha sido- plenitud de vida.

¿En qué consiste, pues, la salvación? Simplemente, en caer en la cuenta, en reconocer lo que somos, desvelando la niebla que ocultaba nuestra verdadera identidad. Todo nace de la comprensión profunda.

 ¿Cómo entiendo la salvación?

 

EL ARTE DE VIVIR DESPIERTOS

Domingo I de Adviento

28 noviembre 2021

Lc 21, 25-28.34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación. Tened cuidado no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del hombre”.

EL ARTE DE VIVIR DESPIERTOS

A lo largo de la historia, no ha sido extraño que grupos religiosos, más o menos sectarios, hayan hablado, con tono de amenaza, de un final inminente de la historia, en el que solo los “elegidos” quedarían a salvo.

Como trasfondo, no es difícil adivinar una actitud recurrente en ese tipo de sectas: el rechazo del mundo presente y el sueño de un “mundo nuevo” ideal, en el que “los justos” serían completamente resarcidos.

Pues bien, esta creencia fue común en los ambientes de aquellos primeros grupos de seguidores de Jesús, no sabemos con seguridad si alimentada por el propio Maestro, tal como se recoge en las palabras que el evangelio de Mateo pone en su boca: “Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda” (Mt 24,34).

Con todo, en medio de todo ese discurso apocalíptico, resalta con fuerza una llamada de atención: “Estad siempre despiertos”. Nadie sabe qué futuro nos espera, nadie conoce el desarrollo de los acontecimientos que están por venir. Sin embargo, hay algo a nuestro alcance: vivir despiertos para que, ocurra lo que ocurra, podamos “mantenernos en pie”, como dice el propio texto.

Vivir despiertos significa salir del sopor del sueño de la ignorancia y venir a la luz de la comprensión. Es un arte y un camino, lo cual significa que es la misma práctica la que nos va haciendo diestros en esa nueva forma de vivirnos.

El arte de vivir despiertos se ejercita en la medida en que disminuye o cesa la identificación con la mente, gracias al silencio y a la toma de distancia con respecto a los contenidos mentales. Ahí encuentra su lugar la práctica meditativa, en la que nos entrenamos para acceder a “otro lugar”, más allá de la mente, que abre la puerta a la comprensión.

Ese otro lugar es el Testigo y aprender a vivir en él constituye un momento y un paso decisivo en el camino espiritual -o despertar- de la persona. Se sale de la “jaula” de la mente -y de todo su griterío- y se percibe todo desde la ecuanimidad del “observador”. Tal práctica, no solo nos otorga una radical libertad interior frente a la mente que nos esclaviza con sus mensajes, sino que nos alinea con la vida, generando paz, gozo, creatividad y entrega amorosa y comprometida.

¿Qué me ayuda a vivir en el Testigo?