Semana 12 de agosto: MÁS ALLÁ DE LA MENTE

¿CRISIS DE VALORES O CRISIS DEL MODELO DUAL?
OTRO MODO DE VER, PARA VIVIR DE OTRO MODO

IV. Consecuencias de la absolutización de la mente

     Las consecuencias probablemente más nefastas, derivadas del hecho de haber absolutizado el modelo mental, han sido el cientificismo y el individualismo. Por el primero, la realidad se reduce simplemente a lo que se puede tocar: caemos en una visión materialista y pragmática. Por el segundo, nos identificamos con nuestra estructura psico-somática, viviendo en función del “yo” al que hemos asignado nuestra identidad: caemos en una visión egocentrada en todos los ámbitos de la existencia; economía, política, religión…, se convierten en dominios en los que el yo busca fortalecerse a costa de cualquier otra cosa.

     Es claro que tal visión tenía que entrar necesariamente en crisis. Y que la crisis, a su vez, puede servir de catalizador para encontrar la salida.

       Pero la salida no vendrá por el lado del voluntarismo, sino de la comprensión. Es decir, solo superaremos positivamente la crisis si somos capaces de crecer en consciencia.

    En el modelo mental, la consciencia parece identificarse con la mente. No es raro, por tanto, que la persona se perciba a sí misma como un islote separado del resto. La realidad, sin embargo, es que la mente no es sino una herramienta de la consciencia: mente es lo que tenemos; consciencia es lo que somos. Es esto lo que necesitamos ver para poder implementar los medios operativos que nos lleven a vivir en coherencia con este nuevo modelo. Es decir, solo accediendo a “otro modo” de ver, podremos aprender a vivir de “otro modo”.

        Y aquí es donde entra en juego la puesta en práctica de aquellos medios que favorezcan el paso de un modelo al otro, de un modo particularmente especial en el ámbito educativo. Se hace necesario abandonar la rigidez del estrecho modelo mental para, integrándolo, plantear una educación integral, que atienda a todas las dimensiones de la persona. Es lo que, en la última década, aunque con diferentes nombres, se conoce como “inteligencia espiritual”.

Semana 12 de agosto: TOMAR DISTANCIA DE LA MENTE

Entrevista de Ima Sanchís a Jenny Moix, doctora en psicología, en La Contra de La Vanguardia, 31 de julio de 2018.

 “Lo único que falta en tu vida eres tú”.

 Tengo 54 años. Soy de Sabadell. Divorciada, tengo dos hijos, Ingrid (23) y Éric (20). Soy profesora titular de Psicología de la UAB. No creo en la actual democracia, el voto es demasiado manipulable. Abogo por un comité de sabios. Creo que hay algo más que nuestro limitado cerebro no alcanza a comprender.

 Jenny y su mono

Locuaz y cálida, sabe explicarse con sencillez, con ejemplos cotidianos, por eso ha inventado un personaje que define nuestros pensamientos incontrolados artífices de nuestras emociones y que son en definitiva los que controlan nuestra vida. Ha dotado de personalidad a ese loco parloteo, se trata de un pequeño mono que salta de rama en rama, de pensamiento en pensamiento, y que lleva con ella a todas partes, porque sabe que ni siquiera los psicólogos se libran de él, así que hay que observarlo de cerca y sobre todo creerle poco. Al convertir la mente en un monito de peluche consigue que no sea el enemigo invencible sino un aliado que hay que domesticar. Lo explica en su último libro, Mi mente sin mí (Aguilar).

 ¿Somos prisioneros de nuestra propia mente?

Sí, entre la realidad y nosotros se interponen los pensamientos. Ellos condicionan nuestro estado de ánimo. Por muy perfecto que sea el entorno, si tú piensas que es malo, es malo.

Ya.

La mente es como un mono loco que va de rama en rama, de pensamiento en pensamiento, sin ton ni son, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.

Tenemos pensamientos absurdos.

A veces el mono nos dice cosas raras, sin sentido. Puedes estar esperando el metro y que te pase por la cabeza “¿qué pasaría si me tiro?”.

Pensamientos inconfesables.

No es que estés deprimido, simplemente es un pensamiento que cruza tu cerebro sin más. Hay que saber que eso le pasa a todo el mundo.

Es tranquilizador.

Pero puedes percibir que hay una parte de ti que no es mente, el yo observador, y es lo que debemos potenciar. Hay que estar atento. Tenga, quiero regalarle esto.

Una chapa con un mono.

Sí, y con una frase crucial: “Obsérvame mucho y créeme poco”. No se crea al mono.

Si quitamos la mente, ¿qué nos queda?

Se trata de distanciarse de la mente que juzga, que critica, que nos menosprecia, que nos desconcentra. A la mente hay que utilizarla.

¿El mono miente?

Estamos llenos de emociones, y el mono no es lúcido, nos hace tomar decisiones en caliente, justificar actitudes erróneas.

¿Los pensamientos son nuestro peor ­enemigo?

Esa frase de Buda a mí no me convence, porque sí tú crees que tus pensamientos son tu peor enemigo, te sentirás culpable, te enfadarás contigo mismo. Por eso yo utilizo un monito travieso, porque si vemos la mente como algo tierno podremos educarla y guiarla con más facilidad.

Con dulzura.

Tampoco me gusta la expresión “controlar la mente”. La mente no es un Excel, mejor observarla, decidir creerla más o menos, alimentarla de manera positiva… generar autocompasión.

¿Usted sabe hacerlo?

No hace mucho me hundí, no le encontraba sentido a nada. Un día llorando desconsolada me repetí: “Todo esto te lo estás haciendo tú”, y después de mucho insistir mi mente cambió. Lo que nos repetimos tiene mucho poder.

¿Y ya está? Mi mono no se lo cree.

Mejoré, pero cuando el mono volvía a susurrarme pensamientos torturantes como “todo va a salir mal”, me tambaleaba. A la mente le encanta hacer suposiciones, y la mayoría son falsas. Debemos suavizar nuestra rigidez mental si queremos ser felices. Pero la vida está llena de trampas.

Nos pone a prueba con insistencia.

Tú puedes acabar de meditar, sentirte en paz, recibir un e-mail incendiario y se acabó la paz.

Sí, y encima te sientes imbécil.

Necesitamos apuntalarnos, y yo lo hago dándole una frase al mono que le pido que me repita sin descanso, algo que le encanta.

Póngame otro ejemplo.

Quedé con una amiga que me había ofendido y temí no ser capaz de mantener la paz, así que le dí un mantra al mono: “Escúchala, respira y calla”. El mono me traicionó y me puse a la defensiva, pero me agarré al mantra, me centré y no caí en la trampa. Hay que mantener el centro.

Entonces tenemos que luchar contra nuestra propia naturaleza.

El otro día vi un chiste: caminan en fila el Homo sapiens, el neandertal, el erectus y el australopithecus. El Homo sapiens se gira y les dice a los demás: “Chicos, volvamos a empezar que nos hemos equivocado en todo”.

Un chiste muy lúcido.

Todos estamos locos, la cuestión es el grado de cada cual. No estamos relajados, decimos “descansa en paz” cuando la gente se muere. El estado basal debería ser estar tranquilos, y no lo estamos. Pero la palabra luchar tampoco me gusta, hay que observar mucho y saber adónde nos está llevando el mono. Estamos despistados.

Si no somos la mente, ¿qué somos?

Lo que quedas cuando sacas todo lo demás, la conciencia de ser. Mucha gente, y eso lo está estudiando la ciencia, cuando tiene un accidente puede verse desde fuera, dando las vueltas de campana. El cerebro siempre nos da una perspectiva, pero puede darnos otra.

¿Qué pasa con el mono cuando dormimos?

Se quita el gorro de la lógica y sigue hablándonos a través de los sueños. Nuestros pensamientos son repetitivos, los de hoy y los de ayer se parecen mucho.

Somos obsesivos.

Sí, obsérvese y verá que tiene muy pocos pensamientos originales. En cambio, por la noche puede saltar a ideas más inconexas y crear cosas nuevas, otros puntos de vista.

¿Cómo guiar la mente en el día a día?

Aprender a nadar en un maremoto es complicado. Hay que hacer silencio y simplificar, vivir sin tanto reto ni autoexigencia, sólo así puedes observar al mono y detectar los pensamientos automáticos que nos dejan huellas emocionales. Porque también llevamos un sabio dentro.

Muy calladito.

Solemos conectar con él cuando nos hemos salvado de una gorda, pero luego volvemos a olvidarlo y a vivir con el piloto automático, por eso digo que lo único que falta en tu vida eres tú.

Semana 5 de agosto: CAMBIO DE MODELO

¿CRISIS DE VALORES O CRISIS DEL MODELO DUAL?
OTRO MODO DE VER, PARA VIVIR DE OTRO MODO

III. Cambio en el modelo de cognición

          Pero hay todavía más. A mi parecer, y a tenor de los indicios que parecen cada día más manifiestos, no se trata únicamente de un cambio de paradigma –como otras veces ha ocurrido en la historia-, sino además de un cambio radical en el modo de conocer: lo que se halla en crisis es nada menos que nuestro habitual modelo de cognición. Por lo que, mientras no asumamos el nuevo modelo, con las implicaciones que conlleva, la crisis seguirá sin resolverse adecuadamente. 

      Dicho más claramente: nos hallamos enredados en una absolutización del modelo mental que –como nos recuerdan las tradiciones de sabiduría– nos mantiene “dormidos” y, por tanto, en la ignorancia, la confusión y el sufrimiento. Sin superar ese modelo, no lograremos “despertar”.

     Afrontemos, pues, la cuestión de los modelos de cognición. Y, para empezar, me gustaría reconocer la magnífica labor que, entre nosotros, están llevando a cabo varios filósofos. Me refiero a Mónica Cavallé, Consuelo Martín, Jorge Ferrer, Aitxus Iñarra y José Díez Faixat, entre otros[1].

      Pero no es solo en filosofía: en campos tan dispares como la física, las neurociencias, la psicología, la medicina o la educación…, está teniendo lugar una apertura inédita, impensable hace solo unos años, hacia una visión más holística o integral de lo humano en particular y de toda la realidad en general.

       Lo que está ocurriendo en todos esos campos, aunque no se haya nombrado de este modo, es la percepción de que el modelo mental es radicalmente limitado y necesita ser complementado por el modelo no-dual.

     Existen dos modos básicos de acercarnos a comprender lo real: a través de la mente o través de la experiencia no-mediada. Al primero lo llamamos modelo mental y ofrece un conocimiento por análisis y reflexión. El segundo es el modelo no-dual y hace posible un conocimiento por identidad[2].

         El modelo mental se basa en la razón y funciona a través del análisis y de conceptos “claros y distintos”. Es posible gracias a la separación que establece entre sujeto y objeto, perceptor y percibido. Sin tal separación, el modelo no podría funcionar. Pero, como consecuencia inexorable de la misma, sus características no pueden ser otras que estas: dualismo, separatividad y objetivación.

     Es decir, la mente fractura la realidad –a partir de aquella dualidad primera–, reduciéndola a la suma de una infinidad de realidades separadas, a las que, también de un modo inexorable, ha reducido previamente a objetos. De hecho, pensar es sinónimo de delimitar y objetivar.

     ¿Qué significa esto? Por un lado, que el modelo mental funciona admirablemente en el mundo de los objetos, lo cual explica el extraordinario desarrollo de la ciencia y de la tecnología en nuestro medio sociocultural; por otro, sin embargo, que parte de un engaño original que, sin embargo, es incapaz de percibir: da por supuesto que la realidad es tal como el propio modelo la capta, sin advertir que la mente no ve la realidad, sino únicamente su interacción con ella.

    Esta trampa, tanto más peligrosa cuanto más inadvertida y dada por supuesta como si de un axioma se tratara, ha sido (es) la causante de los efectos reduccionistas y empobrecedores del modelo. En efecto, los resultados más graves, por engañosos, pueden formularse de este modo:

  • La realidad es como la ve nuestra mente.
  • Solo existe lo que la mente ve (lo empíricamente demostrable).

      Ambos axiomas, aceptados vulgarmente de una forma incuestionada, han dado lugar a un modo de ver reduccionista, que ha hecho de la ciencia una pseudo-religión –con sus dogmas, sus gurús y su exigencia de adhesión ciega–, cayendo en un cientificismo chato cuyas consecuencias todavía estamos padeciendo.

     Si la realidad es como la ve nuestra mente, y si solo existe lo que ella ve, está abierto el camino al nihilismo y al vacío existencial. Pero, ¿es realmente así?

      El psicólogo italiano Giorgio Nardone afirmaba, en una entrevista reciente, que “es una perversión de la inteligencia creer que la razón lo solventa todo”. Ha sido necesario llegar al final del callejón sin salida adonde conduce el modelo mental –cuando se absolutiza– para darnos cuenta de que hay vida más allá de la mente; para reconocer lo que siempre nos habían dicho los sabios y los místicos: existe otro modo de acceso a la realidad que es previo a la razón.

        Ni el conocimiento se reduce al pensamiento ni nuestra identidad se reduce al yo. Es claro que, desde la mente, no podemos vernos sino como yoes separados. Pero no porque lo seamos, sino porque el modelo no permite ver otra cosa que objetos.

      Desde el modelo no-dual, por el contrario, todo se modifica. Y es que, como ha escrito Consuelo Martín, “mientras estoy pensando creo que veo la verdad de las cosas pero lo único que hago es barajar interpretaciones escuchadas a otros. No descubro sino por serena observación que ver no es pensar[3].

          Decía más arriba que el modelo mental nos otorga un conocimiento por reflexión. El modelo no-dual, por el contrario, posibilita el conocimiento por identidad. Esto significa que, basta aprender a silenciar la mente, para que todo ser humano pueda experimentarlo por sí mismo.

          En realidad, ese es el único requisito. Se requiere silenciar la mente –tiene toda la razón Vicente Simón cuando escribe que se necesita “calmar la mente, para ver con claridad[4]; y Consuelo Martín cuando indica que “si no hay silencio del pensamiento no sabremos lo que es la verdad[5]–, porque el modelo mental es esencialmente separador, por lo que, mientras no salgamos de la mente, es imposible otro conocimiento que no sea el de objetos.

        Acallada la mente, ¿qué ocurre? Que la consciencia se reencuentra consigo misma. Y que, sin negar las diferencias en las que la propia consciencia se manifiesta y expresa, accedemos a ver la unidad que todas comparten. A este abrazo de las diferencias en una unidad mayor es a lo que llamamos “no-dualidad”.

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[1] De entre ellos, me parecen de lectura obligada los siguientes libros: M. CAVALLÉ, La sabiduría recobrada. Filosofía como terapia, Kairós, Barcelona 2011; C. MARTÍN, La revolución del silencio. El pasaje a la no-dualidad, Gaia, Madrid 2002; J.N. FERRER, Espiritualidad creativa. Una visión participativa de lo transpersonal, Kairós, Barcelona 2007. J. DÍEZ FAIXAT, Siendo nada, soy todo. Un enfoque no dualista sobre la identidad, Dilema, Madrid 2007.

[2] Para un estudio detenido de los modelos de cognición, he de remitir a lo que he expuesto en E. MARTÍNEZ LOZANO, Otro modo de ver, otro modo de vivir. Invitación a la no-dualidad, Desclée De Brouwer, Bilbao 2014.

[3] C. MARTÍN, La revolución del silencio. El pasaje a la no-dualidad, Gaia, Madrid 2002, p.41.

[4] V. SIMÓN, Aprender a practicar mindfulness, Sello Editorial, Barcelona 2011, p.28.

[5] C. MARTÍN, La revolución del silencio. El pasaje a la no-dualidad, Gaia, Madrid 2002, p.49.

Semana 5 de agosto: NEUROQUANTOLOGÍA

Referencia en: http://www.mentesana.es/blogs/ibone-olza/neuroquantologia_1481

           La conciencia en el universo es invariante a escala e implica un horizonte de eventos del cerebro humano”. Lo han publicado en la revista Neuroquantology.

         Por lo visto, se trata de aplicar la física cuántica al estudio de las neurociencias para poder comprender cosas que con la física normal resultan incomprensibles. Las funciones extremadamente rápidas del cerebro sugieren que procesa información a través de un mecanismo aún no revelado, y seguramente la física cuántica nos ayude a comprenderlo.

         El profesor Dirk Meijer de la Universidad de Groningen, en Holanda, afirma en el artículo que la conciencia reside en un campo que rodea el cerebro, un campo que “está en otra dimensión” y que, por lo que han observado, se parece bastante a los agujeros negros del espacio exterior.

       Según Meijer, la mente es como un campo que existe alrededor del cerebro; que recoge información del exterior del cerebro y la comunica o refleja al cerebro en un proceso extremadamente rápido, a través de lo que llaman “enredo cuántico”. Este campo puede recoger para nosotros información de cosas tan desconocidas para nuestras conciencias como el campo magnético de la Tierra, la energía oscura y otras fuentes aún más incomprensibles.

        Este campo gravitacional transmitiría esa información de las ondas al tejido cerebral. Es decir, el cerebro y sus neuronas serían, según sus propias palabras, “el instrumental en el procesamiento de la información consciente y subconsciente de alta velocidad«. Para que nos lo podamos imaginar mínimamente lo comparan con «un campo estructurado holográfico», un «espacio de trabajo mental receptivo», un «dominio metacognitivo» y el «espacio de memoria global del individuo».

       Meijer añade que el campo mental no es material: «el espacio de trabajo mental propuesto se considera no material, depende directamente de la fisiología del cerebro, pero no se puede reducir a ella”. Según estos investigadores, la conciencia debe de tener forma toroidal, como si fuera un flujo de información de horizontal y vertical pero también ondular. Esta geometría toroidal me deja pasmada. Por lo visto, son patrones de flujos y ondas que parecen tener formas muy similares siempre: hablemos del universo, de los agujeros negros, de las galaxias, los ciclones, del campo electromagnético del cuerpo humano o de las fascinantes formas geométricas de plantas como el brócoli romanesco. Según ellos en realidad estas formas que se repiten son el reflejo de una conciencia básica universal que se reproduce a todos los niveles como forma elemental.