Semana 25 de junio: RELACIONES Y APRENDIZAJE

Las relaciones interpersonales, en todos sus niveles –de vecindad, de parentesco, de amistad, de pareja-, pueden ser fuente de gozo o bien constituir un campo minado de dificultades.

         Un elemento fundamental que genera sufrimiento en las relaciones es el “guion” con el que el ego se maneja. Según él, los otros están ahí para complacerme. En consecuencia, resulta inevitable que, cada vez que tal expectativa no se cumple, aparezca la frustración y, con ella, el enfado, la ira o el abatimiento.

         Solo podremos salir del sufrimiento abandonando aquella expectativa o creencia errónea, gracias a la comprensión, la cual nos ofrece dos claves decisivas en toda esta cuestión:

  1. Los otros no están para complacerme, sino para ayudarme a aprender.
  2. Los otros –como yo- hacen siempre lo mejor que saben y pueden, por lo que carece de sentido la culpabilización.

¿Qué es lo que necesito aprender a partir de lo vivido en las relaciones?

Tal vez, tres cuestiones básicas:

  1. Conocerme y aceptarme tal como soy, integrando la sombra que había reprimido, ocultado o negado. En las relaciones se me hace patente que todo aquello que me altera de los otros se encuentra en mí sin aceptar y, con frecuencia, sin ni siquiera conocerlo.
  2. Crecer en amor incondicional hacia mí. Todos mis enfados y frustraciones que nacen en el campo relacional son, en realidad, expresión de un grito que pide amor. Sin ser consciente de ello, estoy pidiendo a los otros el amor –aprecio, reconocimiento, comprensión…- que yo mismo soy incapaz de darme. El hecho de no recibir lo que espero puede constituir una oportunidad preciosa para desarrollar en mí aquel amor incondicional que reclamo de los otros y que, aun sin darme cuenta de ello, me hace vivir mendigando afecto.
  3. Crecer en comprensión de mi verdadera identidad. De un modo u otro, todo aprendizaje culmina en este, que me permite contestar adecuadamente a la pregunta primera: ¿quién soy yo? Porque no hallaré luz ni paz hasta que no halle, por experiencia propia, la respuesta adecuada: soy no-separado de los otros. Más allá de las formas diferentes –o “disfraces” en que se expresa- todos compartimos la misma y única identidad; la nuestra es una identidad compartida, Eso que sostiene todas las formas y que en todas se expresa.

Semana 25 de junio: NO ERES UN MENDIGO DEL AMOR

Todos en tu vida te están amando en este momento, de la mejor manera que pueden.

Sus corazones están tan cerrados o tan abiertos como les es posible ahora mismo.

Todos están enfrentando tristezas, miedos y alegrías que quizás nunca conocerás.

Están buscando amor a su manera.

Cuando tratas de conseguir amor de los demás, realmente importa lo abiertos o cerrados que están sus corazones hoy.

Cuando intentas abrirlos, te pones en guerra con ellos.

Cuando no buscas amor, y en su lugar reconoces al amor como tu propia verdadera naturaleza, sintiendo la fuente de amor en tu propio corazón, eres libre, y la batalla por el amor termina.

Ahora puedes dejar que los demás te amen en su propia y única manera. Sin importar lo “limitado” que pueda parecerle a la mente.

Porque a través de los ojos de la abundancia, incluso el amor limitado es una bendición.

Un corazón abierto es un milagro, sí, pero un corazón cerrado también debe ser honrado.

Así que puedes dejar que los demás te amen en la medida que lo hacen.

Ya no eres un mendigo del amor.

Porque reconoces la verdadera fuente del amor: TÚ.

Jeff Foster

Semana 18 de junio: SOMOS PLENITUD

No somos el yo separado (persona) que nuestra mente piensa, sino plenitud de presencia que se expresa, manifiesta y experimenta en esta forma concreta –sumamente frágil y vulnerable- que llamamos “yo”.

         ¿Cómo pasar de esa creencia errónea –por más arraigada que esté- a la comprensión de nuestra verdadera identidad? En este “paso” se ventila la liberación de la ignorancia y del sufrimiento. Pedagógicamente, podría plantearse en las siguientes etapas:

  1. La creencia: Desde niños hemos crecido pensando que éramos el “yo” que nuestra mente pensaba; creencia que es sostenida y alimentada de manera constante por nuestro entorno familiar, educacional y cultural. Tal creencia hace que nos veamos radicalmente como carencia, que necesita ser “completada” por “algo” exterior de lo que todavía carecemos. Aquella misma creencia nos lleva a pensar que “somos malos” o, al menos, que “podemos ser mejores”. Y ahí nos pasamos la vida en una ansiedad más o menos intensa, entre la autoexigencia perfeccionista y la decepción o frustración inevitable.

 

  1. La realidad: No somos el yo carente que pensamos ser, sino Plenitud que se expresa en esta forma (persona) débil, frágil y sumamente limitada y vulnerable. Lo que llamamos “yo” es solo una construcción mental, que es fruto de la naturaleza apropiadora y separadora de la mente. Por eso, mientras nos pensamos, nos vemos como “yo”; sin embargo, en cuanto acallamos el pensamiento y atendemos, nos percibimos como Plenitud, una con todo lo que es. Así se explica que cuando no hay pensamiento ni memoria, no existe ningún yo; nunca había existido, salvo en la creencia mental de la que nació.

 

  1. La consecuencia: No necesitamos “mejorar”, porque no nos falta nada; todo es perfecto tal como es; todo está bien. Cuando has comprendido que eres uno con todo lo que es…, cuando eres consciente de ser Plenitud, ¿qué podrías desear?

 

  1. La trampa: La mente se apropia también de esta comprensión en beneficio propio, dando lugar a mecanismos de justificación y endiosamiento del yo, utilizando aquella certeza como pretexto para la indolencia y el narcisismo, que perpetúan la “zona de confort” donde el yo se refugia.

 

  1. La comprensión: Somos pura Presencia –Eso que queda cuando no ponemos pensamiento-. Pero la Presencia no es “algo” que tenemos o un “objeto” del que pueda apropiarse el yo; es, sencillamente, nuestra verdadera identidad, Eso que somos en lo más profundo; una identidad compartida con todos los seres, dado que todo es Presencia o Consciencia que se despliega a través de infinitas formas.

Solo esta comprensión permite sortear las trampas de la mente y del ego. En ella se disuelve también la paradoja entre lo que somos –plenitud de presencia- y la forma (persona) que tenemos o en la que nos experimentamos.

Cuando eso se ha percibido, se comprende que todo consiste en poner consciencia, es decir, en vivir conscientemente en conexión con lo que realmente somos. De esa vivencia –que en realidad es un “fluir” en la Vida que somos- brotará la acción adecuada en cada momento.

Semana 18 de junio: TÚ ERES LO QUE NO CAMBIA

Maharaj: ¿Qué le hace creer que usted es un individuo separado?

Interlocutor: Yo me comporto como un individuo. Funciono a mi propia manera. Me considero primero a mí mismo, y a los demás solo en relación a mí mismo. En pocas palabras, me ocupo de mí mismo.

Mah: Bien, continúe ocupándose de usted mismo. ¿Para qué asunto ha venido usted aquí?

Int: Para mi viejo asunto de ponerme a salvo y de hacerme feliz. Confieso que no he tenido demasiado éxito. No estoy a salvo ni soy feliz. Por lo tanto, heme aquí. Este lugar es nuevo para mí, pero mi razón para venir aquí es vieja: la búsqueda de una felicidad segura, y de una seguridad feliz. Hasta ahora no la he encontrado. ¿Puede usted ayudarme?

Mah: Lo que nunca se ha perdido jamás se puede encontrar. Su búsqueda misma de seguridad y de goce le mantiene alejado de ellos. Detenida la búsqueda, cesa la pérdida. La enfermedad es simple y el remedio igualmente simple. Es su mente solo la que le hace inseguro e infeliz. La anticipación le hace inseguro; la memoria, infeliz. Deje de usar mal su mente y todo estará bien en usted. Usted no necesita enderezarla, se enderezará por sí misma, tan pronto como abandone todo interés en el pasado y en el futuro y viva enteramente en el ahora.

Int: Pero el ahora no tiene ninguna dimensión. ¡Devendré un nadie, una nada!

Mah: Exactamente. Como nada y nadie usted está a salvo y feliz. Usted puede tener la experiencia preguntando. Inténtelo.

Pero volvamos a lo que es accidental y a lo que es espontáneo, o natural. Usted ha dicho que la naturaleza es ordenada mientras que el accidente es un signo de caos. Yo he negado la diferencia y he dicho que nosotros llamamos «accidental» a un acontecimiento cuando sus causas no pueden ser rastreadas. No hay ningún lugar para el caos en la naturaleza. Solo en la mente del hombre hay caos. La mente no abarca el todo, su foco es muy estrecho. Ve solo fragmentos y no llega a percibir el cuadro. Lo mismo que un hombre que oye sonidos, pero que no comprende el lenguaje, puede acusar al orador de cháchara sin sentido, y de estar enteramente equivocado. Lo que para uno es una corriente de sonidos caótica, es un bello poema para otro.

El rey Janaka soñó una vez que era un mendigo. Al despertar preguntó a su Gurú Vasishta: «¿Soy un rey que sueña que es un mendigo o un mendigo que sueña que es un rey?» El Gurú respondió: «Tú no eres ni uno ni otro, eres ambos. Tú eres, y no obstante no eres lo que piensas que eres. Eres debido a que te comportas como si lo fueras; no eres debido a que ello no dura. ¿Puedes ser siempre un rey o un mendigo? Todo está sujeto al cambio. Tú eres lo que no cambia. ¿Qué eres tú?»

Janaka dijo: «Sí, yo no soy ni un rey ni un mendigo, yo soy el presenciador desapasionado».

El Gurú dijo: «Esta es tu última ilusión, la de que tú eres un jnani, la de que eres diferente y superior al hombre común. De nuevo te identificas a ti mismo con tu mente, en este caso una mente de buen comportamiento y en todo modo ejemplar. Mientras que veas la más mínima diferencia, eres un extraño para la realidad. Estás en el nivel de la mente».

De NISARGADATTA Maharaj, Yo soy Eso, Sirio, Málaga 2000 (ed. orig. 1981). Tomado de www.grego.es

Se puede descargar gratis en: http://www.formarse.com.ar/libros/libros_gratis/inspiradores/yo-soy-eso.PDF

Semana 11 de junio: «NOSOTROS» Y «ELLOS» (y III)

“NOSOTROS” Y “ELLOS”.

EL ESQUEMA DE LA INTOLERANCIA Y EL FANATISMO

“La intolerancia es la angustia de no tener razón”
(Andréi Sajarov, físico nuclear y Premio Nobel de la Paz 1975).

III

          La intolerancia cae en trampas tan elementales que son fácilmente perceptibles, excepto para la propia personalidad intolerante. Esta –a veces sin ser consciente- proyecta constantemente en otros sus propios “demonios interiores” o sombra no reconocida; se escuda cómodamente en la supuesta culpabilidad ajena y, de ese modo, evita asumir las propias responsabilidades frente a todo lo que le sucede; ignora que el sufrimiento –no hablamos de “dolor”- nace siempre de uno mismo y, en concreto, de la propia mente no observada; permanece en la creencia errónea que le hace pensar que somos “yoes separados” y que esa separación pertenece a nuestra identidad…

      Si tenemos en cuenta que la intolerancia y el fanatismo son hijos de la inseguridad afectiva y de la ignorancia original acerca de quienes somos, parece que solo podremos superarlos si damos pasos en estas cuatro direcciones: crecimiento en autonomía y seguridad personal, gracias a un trabajo psicológico hecho de autoacogida y autoaceptación; comprensión adecuada de la verdadera identidad, que trasciende por completo nuestra “personalidad” o la idea del “yo” que se ha hecho nuestra mente; vivencia de la no-separación radical –no dualidad es amor-, más allá de las diferencias, en la certeza de que no somos iguales, pero somos lo mismo, lo cual implica pasar de la consciencia mítica a la consciencia transpersonal; capacidad para comprender los errores propios y ajenos, como frutos de la ignorancia y, en último término, de la inconsciencia.

         Hace unos años, en un pequeño libro en el que trataba de plantear la relación entre “religión” y “espiritualidad”, escribía: “La intolerancia –que es directamente proporcional al sufrimiento psíquico no elaborado, a la inflación del ego y a un estadio de consciencia mítico- se nutre de la necesidad de tener razón y de la voluntad de poder, y se manifiesta como descalificación del otro”[i].

         Si esto es así, el camino de liberación pasa por la vivencia de la espiritualidad en su sentido más genuino. Porque, como ha escrito el estudioso Jorge Ferrer, “la espiritualidad consiste principalmente en un proceso transformador básico en el que descubrimos y nos desprendemos de nuestro narcisismo para entregarnos al Misterio a partir del cual todo se está manifestando constantemente… [Toda transformación espiritual auténtica] implica despojarse del narcisismo, del egocentrismo, del estar aislado en uno mismo, del interés por uno mismo[ii].

          Así entendida, la espiritualidad es abierta, flexible, pluralista, dialogante, incluyente, universal. No conoce el juicio, la condena ni la intolerancia. Nos sitúa en el camino de la experiencia y la búsqueda. Es coherente con nuestra condición humana, respetuosa con los otros y humilde ante el Misterio inefable. Y nos coloca en la actitud adecuada, porque nos capacita para acceder a nuestra verdadera identidad, que supera y transciende tanto el mito –entendido literalmente- como la inseguridad. Aquella identidad una y compartida, donde se revela la falsedad de la dicotomía básica –“nosotros” frente a “ellos”-, que, aunque sea inconsciente, es el origen de todo enfrentamiento. La dicotomía remite a una visión tribal de la vida –los “nuestros” son siempre los de la propia tribu-; la sabiduría, por el contrario, nos hace ver que lo único que hay es “nosotros”, ya que todos compartimos, no solo la misma suerte, sino la misma identidad profunda.

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[i] E. MARTÍNEZ LOZANO, La botella en el océano. De la intolerancia religiosa a la liberación espiritual, Desclée De Brouwer, Bilbao 2009, p. 41.

[ii] J.N. FERRER, Espiritualidad creativa. Una visión participativa de lo transpersonal, Kairós, Barcelona 2007.

Semana 11 de junio: HUMANIDAD COMPARTIDA

HUMANIDAD INTERCONECTADA Y COMPARTIDA

Entrevista a NgugiwaThiong’o, escritor africano, candidato al premio Nobel de Literatura, en La Contra, de La Vanguardia 24 mayo 2017.

“Ningún ser humano es más ser humano que otro”.

“Tengo 79 años. Nací en Kenia y vivo exiliado en California. Casado, tengo 9 hijos y 6 nietos. Doctor honoris causa por una decena de universidades. ¿Mi política? El empoderamiento de todo ser humano. La vida humana aspira a la espiritualidad, pero las religiones con sus rituales se alejan de ella”.

Sabio

Todas las personas sabias que he conocido tienen tres claras características comunes: buen humor, amabilidad y un discurso universal, sirve para todos. Thiong’o es un portento, nació entre campesinos paupérrimos y vivió bajo la dominación colonial británica. Hoy tiene doce doctorados y es profesor en la Universidad de California. Su obra ha sido traducida a 30 lenguas. Su activismo social y su discurso político nacen de la digestión de una vida difícil: fue encarcelado por el dictador africano Daniel ArapMoi por escribir en su propia lengua, y sufrió tres intentos de asesinato. Ha visitado a Barcelona invitado por el CCCB y el PEN català. Parte de su obra está publicada en castellano (Debolsillo) y catalán (RaigVerd).

Una vez intenté impresionar a una chica saltando la valla de la escuela y me lesioné. Estuve seis meses inmovilizado, todavía conservo una gran cicatriz en el pie, pero la chica ni se dio cuenta de mi hazaña.

Gran lección.

Sí, sé tú mismo. He intentado ser auténtico y fiel a lo que yo concibo como verdad.

Muy pronto tuvo una verdad distinta al mundo que le rodeaba.

A mí me interesaba la calidad de vida de la gente ordinaria porque mi espiritualidad me dice que todos estamos conectados: los humanos, los otros animales, las plantas. Es algo obvio: bebemos el mismo agua, respiramos el mismo aire.

Cierto y sencillo.

Provengo de una familia campesina conectada con la tierra que los colonos británicos y a veces los terratenientes africanos nos arrebataron.

Por eso lucharon junto a los MauMau.

Sí, éramos campesinos muy pobres enfrentados al poderoso ejército británico. Contra todo pronóstico conquistamos la independencia. El poder real emana de las personas.

Hubo mucha crueldad.

Yo crecí a la sombra de la Segunda Guerra Mundial y por primera vez vi a un blanco trabajando, eran prisioneros italianos construyendo carreteras. Aquello me abrió la mirada.

También hubo traición.

El carácter moral de cada persona se desvela en tiempos de peligro. Cuando mi hermano y otros jóvenes se fueron a las montañas para luchar contra los británicos jamás hubiera dicho que él emprendería esa gesta.

¿Por qué?

Era un tranquilo carpintero. Había otros jóvenes con más empuje y palabra que, cuando llegó el momento, se posicionaron con los británicos, pero mi hermano se convirtió en el ser humano más increíble que he conocido: se fue literalmente esquivando balas y cuando lo vimos desaparecer en la montaña, se hizo legendario.

Usted ha luchado con la palabra.

Soy afortunado, tuve cuatro madres y un solo padre. Por la noche nos reunían en la casa de la madre mayor y narraban historias y noticias. Era maravilloso, pero nos decían que las historias se iban de día y no volvían hasta la noche.

Y usted quería más…

Sí, y fue fantástico que mi madre me enviara al colegio. Era analfabeta, pero supervisó mis deberes, preguntando, averiguando… Siempre me preguntaba si había dado lo mejor de mí. Un día le dije: “He dado el cien por cien, madre”, y entonces me contestó: “¿Y eso es lo máximo?”.

Qué estupenda.

Valoraba el esfuerzo, no los resultados, “hazlo lo mejor que sepas”, eso me infundió.

¿Era feliz siendo la tercera esposa?

Me explicó que se casó con mi padre precisamente porque tenía ya dos esposas. Ella quería un hogar, pero él le pegaba y lo abandonó. Así que tuve dos infancias, una en una gran casa llena de madres y hermanos; otra como miembro de un hogar monoparental.

¿Comprende a su padre?

Le he perdonado, porque el perdón es darte permiso a ti mismo de ser libre.

Tras la independencia fueron los propios africanos los que sometieron a los africanos.

Hay que descolonizar las mentes. Europa controla el 80% de los recursos del continente con el beneplácito de las clases ricas africanas.

A usted le encarceló un presidente africano por escribir en una lengua africana.

En aquella cárcel de alta seguridad entendí que a través de la imposición de la lengua mediante la humillación y la violencia demonizaron nuestra cultura. Desde entonces reproducimos los modos y maneras coloniales.

¿Qué cosas le hicieron desesperar?

“Nunca me voy a rendir, siempre me voy a esforzar”, escribí en un diario en mi época de estudiante que encontré años después. Cuando todo se va al garete, me repito eso.

Conoce el mal en propia carne.

Me han intentado asesinar tres veces. Cuando mi esposa y yo volvimos a Kenia después de 23 años de exilio nos atacaron, a mi mujer la violaron y a mí me apagaron cigarrillos en la cara y la cabeza. Escapamos de la muerte, tuve que elegir si centrarme en eso o en lo que me hicieron.

Optó por lo positivo.

La maldad está ahí, pero también la bondad. Al día siguiente en el mercado cientos de mujeres rodearon a mi esposa y le dijeron que ellas la iban a proteger. Fue una cascada de amor.

Parece que en esa guerra del bien contra el mal, el mal lleva ventaja.

Solo en el corto plazo. Ganaría si la gente abandonara toda esperanza. En medio de la oscuridad siempre hay un destello de esperanza al que hay que darle oxígeno, y ese oxígeno es el amor humano, la interconexión de la vida: recordar que dependemos los unos de los otros.

¿Cuál es su historia en torno al fuego?

Yo quiero que acojamos esa pequeña llama, que seamos capaces de seguir nuestros sueños para conseguir un mundo más humano, quiero contar la historia de nuestra conexión, decir que no podemos aceptar un mundo en el que el esplendor de pocos se basa en la miseria de muchos.

¿Sus momentos más felices?

Me gusta pasear entre flores, contemplarlas, porque todas son diferentes y ninguna es más flor que otra, son esplendorosas en su multiplicidad de colores. De la misma manera ningún ser humano es más ser humano que otro.